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 “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” Romanos 8:26

La espera en cualquier área de la vida es angustiante, pero cuando hay dolor y sufrimiento se vuelve una tortura: resultados de exámenes médicos, tratamientos que parecen no dar resultados, horas con especialistas que tardan en responder, rupturas, pérdidas, agonías. Esperar la salida a estas cosas nos provocan dolor y, en algunos casos, desesperanza.

El apóstol Pablo en la carta a los Romanos nos habla de esperar aquello que no podemos ver, esperar la promesa de Dios de un día ser transformados a un nuevo cuerpo sin sufrimiento y nos invita a aguardar en la esperanza que viene de Dios. Aquella esperanza que no avergüenza y que nos alienta a seguir adelante en medio del sufrimiento presente.

La palabra gemir quiere decir “un suspiro demasiado profundo para las palabras”. ¿Cuántas veces hemos estado en una situación tan dolorosa que solo podemos gemir? Aun así, es el Espíritu de Dios quien traduce delante del Padre estos suspiros que salen del alma, el poder espiritual que se mueve cuando un hijo de Dios sufre y clama al Señor es incalculable. Dios mismo es quien examina nuestros corazones, tal como un médico examina a su paciente, para darnos el medicamento correcto y necesario para el dolor que estamos sufriendo.

En los versos 21, 23 y 26 del capítulo 8 de Romanos vemos tres gemidos diferentes: la creación, nosotros los hijos de Dios y el Espíritu Santo somos quienes damos estos suspiros profundos en busca de ese auxilio que solo puede esperar la respuesta que viene de parte de nuestro Dios Todopoderoso.

“Claman los justos, y Jehová oye,
Y los libra de todas sus angustias.
Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón;
Y salva a los contritos de espíritu.”
Salmos 34: 17-18

Si nuestro Padre está cercano y atento a nuestro dolor debemos tener la confianza de acercarnos a Él cuando estemos abatidas, saber que no estamos solas, que tenemos al Espíritu de Dios clamando e intercediendo por nosotras “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Confiar en Dios es creer que lo hará; creer que este sufrimiento es momentáneo, que la gloria que recibiremos en el futuro es mayor, que nos reencontraremos con nuestros familiares, que la enfermedad tiene un propósito glorioso, que Dios proveerá conforme a Sus riquezas en gloria y que es Él quien tiene el control de todas las cosas.

Descansar en Dios no quiere decir que estaremos exentas de lágrimas, pero sí sabemos que cada lágrima derramada y cada suspiro que sale del alma tiene un significado y una respuesta de nuestro Padre amoroso, Quien no es indiferente al sufrimiento de Sus hijas.

Por esta razón el Apóstol termina el capitulo 8 de la carta a los Romanos diciendo que nada nos puede separar del amor de Dios y que somos vencedoras ante Él, porque nuestro sufrimiento sí tiene esperanza en Sus manos y nuestro dolor un propósito. Pídele a Dios que te de paz, de esa paz que solo Él sabe dar y que te muestre Su propósito en los momentos de dolor. Es mi deseo que podamos aferrarnos más a nuestro Padre cuando pasemos por momentos difíciles.

 



 Esto traigo a mi corazón, Por esto tengo esperanza:
Que las misericordias del Señor jamás terminan,
Pues nunca fallan Sus bondades;
Son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad!
 «El Señor es mi porción», dice mi alma, «Por tanto en Él espero».
Lamentaciones 3:21-24

Los recuerdos no se basan solamente en las cosas que vivimos, también se encuentran en las respuestas emocionales que producimos en cada experiencia, qué y cuánto llegamos a percibir en nuestra alma ante algunos eventos de la vida, marcan la memoria como una huella que parece ser muchas veces imborrable. 

Nos encantan los buenos tiempos, aquellos en los que todo es sencillo y lleno de felicidad, cuando vienen a nuestra memoria sentimos inevitablemente el deseo de volver a ellos, nos fascinaría encontrar algún mecanismo que pudiera detener el tiempo justo ahí. Sin embargo, los tiempos oscuros y dolorosos, ejercen el efecto contrario, traen al alma el recuerdo del dolor, la angustia, la desesperanza y la desesperación que parecieran no tener fin. 

Cuando transitamos por pasajes complicados, ciertamente pueden sentirse como caminar en un desierto desolado, donde falta todo y el sentimiento de abandono es lo que es, en medio de la nada. Los desiertos nos hacen recordar a un pueblo que caminó en uno durante 40 años, pudiendo alcanzar Los desiertos nos hacen recordar a un pueblo que, habiendo podido alcanzar una preciosa promesa en 40 días, caminó en uno durante 40 años, gracias a la queja y la falta de gratitud.

Los desiertos de la vida nos hacen responder emocionalmente como parte de nuestra naturaleza. Hoy es un buen día para reflexionar en nuestra respuesta y analizarla bien, traer a nuestra mente y a nuestro corazón preciosas promesas que nos ayudarán a hacerlo con un mejor ánimo, confiando en la presencia fiel y poderosa de un Dios que no nos abandona, como aquella que se encuentra en Isaías 4:5-6: 

entonces el Señor creará sobre todo lugar del monte Sion y sobre sus asambleas, 
una nube durante el día, o sea humo, y un resplandor de llamas de fuego por la noche; 
porque sobre toda la gloria habrá un dosel. 
Será un cobertizo para dar sombra contra el calor del día, 
y refugio y protección contra la tormenta y la lluvia.

Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, nos cita también el Salmo 46 en su primer versículo. Esta es una realidad que hallamos cuando atravesamos el desierto. En Sus promesas y Su fidelidad la esperanza emerge y nos hace creer, confiar y esperar en Él, en Su misericordia, Su bondad y Su fidelidad. 

Es fácil hablar de ello cuando todo va bien, cuando no atravesamos la prueba o el valle de sombra y de muerte. Pareciera que Jeremías escribía acerca de la esperanza en el capítulo 3 de Lamentaciones, en tiempos buenos. Pero no era así, a este maravilloso pasaje lo rodean una serie de lamentos y calamidades que el pueblo de Dios sufría y sufriría como consecuencia de la desobediencia.  

Encontramos esta joya preciosa en medio de la catástrofe, gracias a un corazón agradecido, bueno, tierno y sensible al amor de Dios, un corazón que confiaba y esperaba plenamente en Él, convencido de que fuera lo que fuera, Sus pensamientos son siempre de paz y bien. Por ello trae a su corazón esta memoria y puede afirmar en ella que encuentra esperanza en el recuerdo de un Dios misericordioso y fiel. Su alma puede reposar confiadamente, pues aún en la noche más oscura Su luz resplandece y Su cuidado no decae. 

Jeremías entendió que el carácter de su Dios emergía lleno de amor en los momentos más difíciles, sin pedir una respuesta a su favor, sin reclamar un propósito, solamente encontrando esperanza en la certeza del fiel amor de un Padre que consuela, que sostiene, que levanta, que afirma y que jamás desampara. 

Hoy nosotras podemos permitirnos vivir en la seguridad de ese hermoso recuerdo que nos llena de esperanza: que el gran amor del Señor no tiene fin, que Su misericordia nos guarda, que Sus muestras de bondad son cada día, que Él es digno de confianza y que en Él podemos esperar. 

Esperé pacientemente al Señor, y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor.
Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso;
Asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos.
Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios.
Muchos verán esto, y temerán y confiarán en el Señor.
Cuán bienaventurado es el hombre que ha puesto en el Señor su confianza…
Salmo 40:1-4a
 








En el Salmo 77 se puede apreciar un lamento por parte del autor. Este lamento sale de un corazón adolorido y se expresa en la intimidad con Dios, ese huerto maravilloso que es la comunión que hoy puede disfrutar el creyente a través de la obra de Cristo. En medio del sufrimiento se dirige al Único y Sabio Dios, sabiendo que solo Él puede suplir todas sus necesidades. En este clamor, el salmista hace un ruego por ayuda, una queja por el silencio de Dios debido a que no respondía su petición, una meditación sobre el carácter y obrar de Dios, un discurso y una alabanza a Dios proclamando Su Divinidad. 

“Con mi voz clamé a Dios, A Dios clamé, y él me escuchará. Al Señor busqué en el día de mi angustia; Alzaba a él mis manos de noche, sin descanso; Mi alma rehusaba consuelo.” 

Salmos 77:1-2 RV60

El salmista refleja la esperanza de que su oración será oída y la prontitud y persistencia en la misma. Si bien no se expresa la causa de la angustia, es evidente que la circunstancia trae desconsuelo a su alma. Además, se observa claramente cómo muestra humildad al rendirse ante Dios, reconociendo que solo Su consuelo, Su fortaleza y Su mano pueden socorrer la agonía de su alma.

En medio del sufrimiento debemos mirar a Dios y recordar todas Sus obras, porque Él es bueno y para siempre es Su misericordia. La Palabra de Dios advierte sobre los sufrimientos aquí en la tierra, estos pueden ser circunstanciales, consecuencias del pecado, a causa del evangelio o por hacer lo correcto, por ejemplo. Independientemente de cuál sea la causa, podemos confiar en nuestro Padre Celestial, Él tiene pensamientos de bien y no de mal para Sus hijos (Jeremías 29:11). Somo limitadas, Dios es Soberano; somos vulnerables, Él es Fuerte y Poderoso; luchamos a diario, Él es Fiel y es nuestro amparo y sostén; somos impotentes, Él es Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente. Solo Dios puede cambiar nuestro corazón y nuestra situación. 

Solo Él es refugio en medio del dolor y la angustia. Cuando el creyente no acude a Su presencia, tiende a buscar una alternativa para sobrellevar su sufrimiento, oportunidad que aprovecha el enemigo para tentarlo con los placeres de este mundo, como el entretenimiento y el libertinaje. También busca maneras en las que desenfoque su mirada del Señor Jesús, incitando a la rebeldía, la soberbia, el descontento y la amargura en su vida.

“Meditaré en todas tus obras, Y hablaré de tus hechos.” Salmos 77:12 RV60

El salmista, en medio de su oración medita sobre el carácter de Dios, en Su amor, Su fidelidad, Su misericordia, Su bondad, Su poder, Su paz, Su majestuosidad, Su luz, Su santidad, Su sustento; trae también a memoria cómo El Señor ha obrado maravillosamente en su vida, dando fortaleza, restauración, guía, ánimo y respuesta a su clamor insistente, El Señor cubrió cada una de sus necesidades sin faltar ninguna. Así como el salmista, meditemos en los atributos de Dios, confiemos y alabémoslo, por ser Quien es y por lo que ha hecho. 

Amada, Dios es el mismo de ayer, de hoy y de mañana, Él es Inmutable. Debemos aprender a conocer y recordar Su carácter constantemente, de esta forma nuestra mirada estará en El Salvador y nuestros pies no resbalarán. Como hijas de Dios, debemos buscarlo siempre en oración y en humildad, sobre todo en los días malos para resistirlos, porque no hay bien fuera de Dios.

“En ti esperaron nuestros padres; Esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.” Salmos 22:4-5

En medio del sufrimiento seamos humildes, confiemos y meditemos en Él; porque Él es Dios y nos ha hecho bien.




 


El próximo lunes 2 de mayo comenzamos nuestro nuevo estudio, “Confiando Dios a pesar de Sufrimiento”– un estudio basado en el libro de Lamentaciones.

Para poder hacer el estudio solo necesitas tu Biblia y la guía con los pasajes de lectura que hay que completar diariamente. En los enlaces siguientes puedes descargar los materiales de manera gratuita para llevar a cabo tu estudio junto a tus amigas, familiares o compañeras de iglesia.


1. Guía Devocional EOAO


2. Plan de Lectura


3. Guía Niños y Niñas



4. Guía Chicos y Chicas

En Ama a Dios Grandemente existen varias opciones en las que puedes llevar el estudio, ya sea por tu cuenta o compartir con otras tus progresos. En caso de que desees ser parte de un grupo, visita nuestra página de Facebook, que funciona como un grupo grande en el que puedes escribir tu devocional, leer lo que otras ponen y orar unas por otras.

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Acerca de

Ama a Dios Grandemente Jóvenes (ADG Jóvenes) somos una comunidad cristiana de chicas auténticas que utilizamos las redes sociales o nos reunimos en grupos presenciales con el objetivo de animarnos unas a otras en nuestro tiempo devocional, de esta manera rendimos cuentas a otras amigas sobre nuestro caminar con el Señor.

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