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Rumbo al sacrificio, en el contexto de la celebración de la cena pascual, Jesús expresó la metáfora de la Vid verdadera, estableciendo principios esenciales del nuevo pacto y su forma práctica de vivirlo.

 

En la comparación que Jesús realizó con la planta de la vid, o comúnmente conocida como parra de uvas, Él se identificó como la verdadera vid, aquella planta completa que se compone de sus raíces, tronco principal, ramas y fruto. Distinguió al Padre como el dueño y cuidador de la planta, siendo el jardinero y responsable del cuidado de la planta y, por último, diferenció a los creyentes como los pámpanos o brotes que surgen del tallo principal.

 

A la misma vez diferenció los pámpanos; aquellos brotes que no dan fruto resultan improductivos y restan fuerza a la planta, por ello, estos serán cortados para ser quemados. En contraste, aquellos que sí dan fruto, son podados para ser limpiados y asegurar la calidad y el vigor del fruto. La cualidad que excluye unos de otros es la permanencia.

 

Permanecer tiene que ver con una acción que conlleva esfuerzo para quedarse en el mismo lugar o mantenerse en la misma posición. En el sentido espiritual, la permanencia del creyente en las enseñanzas de Cristo es evidencia de la obra de Salvación; el creyente permanece fiel porque ha recibido la Salvación y su perseverancia testifica de ella. A su vez, permanecer en Cristo, asegura al creyente que la producción del fruto está en camino y se dejará ver en la medida que continúe permaneciendo en Cristo, en Sus palabras, en Su amor.

 

Antes de pasar al siguiente tema de Sus últimas enseñanzas ante los doce, Juan, el autor del evangelio, nos hace notar la aclaración que hace Jesús al respecto: No lo elegimos nosotros (Juan 15:16). Él nos eligió como pámpanos, dándonos la capacidad y asegurándose en el proceso de que el fruto que demos sea abundante y permanente. De la misma forma, Jesús deja en claro que separados de la Vid, es decir, de Él mismo, nosotros no tenemos la capacidad de producir fruto por sí mismos.

 

Intentar producir amor, gozo, paz, fe, dominio propio y cualquier otra virtud piadosa en nuestro esfuerzo es una tarea vacía que nos deja no sólo insatisfechos y desgastados, también nos separa del evangelio recibido de gracia.

 

Aun recibiendo el evangelio de pura gracia, nuestra tentación se inclina a realizar cuanto podamos para ser más fieles a la imagen de Cristo, pero justamente por eso Jesús nos dejó esta enseñanza: que no depende de nosotros. Aunque nuestra voluntad manifieste la disposición al cambio y pueda colaborarnos un sistema de organización, el fruto duradero nace por voluntad del Jardinero y la acción del Espíritu por medio de Cristo, la Vid.

 

¿Cómo ocurre? No lo sabemos, es una obra de Dios. Lo que sí podemos saber es que habrá una cosecha de fruto, porque la Vid nos escogió para hacerlo, porque es la voluntad y gloria del Jardinero que haya fruto en nosotros.  

 

Dios no nos pide que demos fruto, Él nos llama a permanecer en Él y Él se encargará de la producción del fruto. Permanecer no es simple, es una obra de fe que requiere abandonarnos en las manos del Jardinero confiando en que Él cosechará en nosotros aquello que no podemos producir por cuenta propia.

 

Descansa y confía en la obra que el Jardinero está haciendo en ti.

 

Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en Mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. San Juan 15:1-2 NBLA





 


Permanecer en Jesús parece algo muy sencillo, ¿verdad? Solo hay que mantenerse en unidad con Jesús, obtener nuestra fuerza sólo de Él y vivir en Su amor. Pero en la práctica, permanecer resulta un poco más desafiante, especialmente en un mundo que nos empuja en tantas direcciones. ¿Por qué resulta tan difícil permanecer arraigados a Él, dejando que Su amor, paz y propósito moldeen cada parte de lo que somos? Veamos lo que encontramos en el contexto de las palabras de Jesús en Juan 15.

La noche antes de ser traicionado, Jesús reunió a Sus discípulos para una cena juntos la cual conocemos como la Última Cena. Con solo horas antes de Su arresto, sabiendo el sufrimiento que lo esperaba —no solo Su propia crucifixión, sino también las pruebas, temores y desafíos que Sus discípulos pronto enfrentarían— Jesús expresó Sus últimas palabras con cuidado. Y allí, Su mensaje fue claro: “Permaneced en Mí”.

Las palabras de Jesús en Juan 15 son el corazón de Su enseñanza final. Él sabía que sus discípulos pronto estarían dispersos, asustados y se enfrentarían a un mundo que se sentiría oscuro y confuso sin su presencia física. Sabía que necesitarían algo que pudiera sostenerlos y llevarlos a través de los días más difíciles. Por eso los instó a permanecer en Él, así como las ramas están conectadas a la Vid. Permanecer en Él se convertiría en su salvavidas, en la fuente de fortaleza, esperanza y resiliencia para lo que estaba por venir.

Así como sus discípulos necesitaban permanecer en Él para navegar por lo desconocido, nosotros también necesitamos mantenernos arraigadas en Jesús para enfrentar las luchas, incertidumbres y distracciones de nuestras propias vidas. El secreto para vivir en abundancia, nos enseña Jesús, es dar fruto. Y cuanto más cerca estamos de Él, más frutos duraderos dará nuestra vida.

PERMANECER EN ÉL SE CONVERTIRÍA EN SU SALVAVIDAS, EN LA FUENTE DE FORTALEZA, ESPERANZA Y RESILIENCIA PARA LO QUE ESTABA POR VENIR.

En este estudio, analizaremos lo que significa permanecer en Cristo, acercarnos a Él diariamente y dejar que Su vida fluya a través de nosotros. Al leer sus últimas palabras a sus discípulos, aprenderemos cómo permanecer arraigados en Él, no solo en los momentos fáciles, sino también en las pruebas, los desafíos y los momentos inesperados. Juntas, descubriremos la paz, la fortaleza y la vida abundante que proviene de permanecer cerca de la Vid verdadera.

Jesús nos invita a permanecer en Él. Al hacerlo, encontramos el gozo y el propósito de una vida vivida plenamente para Su gloria.

En este nuevo estudio te estarás uniendo a un precioso viaje de seis semanas en el que Jesús hará un llamado a tu corazón para que permanezcas en Él. Por medio de porciones de las escrituras seleccionadas cuidadosamente, devocionales de reflexión y conceptos prácticos, este estudio te mostrará cómo es vivir una vida arraigada, fortalecida y transformada por Cristo.

Cada semana serás guiada en el proceso de permanecer, entendiendo lo que significa producir fruto, caminar en obediencia, estar cimentada en la Palabra de Dios y vivir en Su amor de una manera que impacte al mundo a tu alrededor.

Ya sea que estés deseando una cercanía renovada con Dios o un entendimiento profundo de lo que significa vivir tu fe a plenitud, PERMANECIENDO EN JESÚS te animará a estar conectada al único que es la fuente de agua viva. 

Nuestro ministerio es sin ánimo de lucro y con tus donaciones podemos continuar preparando materiales y entrenando líderes alrededor del mundo para crear comunidades que crecen en el conocimiento de las escrituras. Visita la sección de donar si es algo que te gustaría hacer.

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Guia de Estudio para Niños 0-7 años

 


El hombre fiel abundará en bendiciones,

Pero el que se apresura a enriquecerse no quedará sin castigo.

Proverbios 28:20

 

Me encantan las historias con finales felices, es una frase que frecuentemente se lee o se escucha. Esto no habría podido ser de esta manera en la historia de Ester, a no ser por la fidelidad de un hombre creyente y obediente a la voluntad y el propósito de Dios: Mardoqueo.

 

Desde el inicio de esta historia, se evidencian características especiales de este hombre: su generosidad y compasión al adoptar a su joven prima huérfana como hija, asumiendo el compromiso de instruirle en el camino de Dios, guiándola a cumplir Sus estatutos.  Su prudencia cuando le advierte que guarde el secreto de su origen; su lealtad ante la autoridad al descubrir el plan de asesinato al rey, el pesar que llevó en su corazón por su nación ante la amenaza de muerte a la que fueron sometidos.

 

Son varios los rasgos que el libro de Ester nos deja ver de Mardoqueo a través de sus acciones. Sin embargo, hay una virtud en él que es digna de apreciar, de admirar y, sobre todo de imitar: su fidelidad. Si lo vemos bien, pareciera ser que todo el problema en el que el pueblo judío se vio envuelto, surgió a partir del hecho de no inclinarse ante el malvado Amán, lo que nos permite ver la firmeza de su carácter y su congruencia en la obediencia a sus principios.

 

La fidelidad es una cualidad más que importante en la vida de cualquier persona. Tanto en función de los demás, pues no hay descanso tan grande para el alma como el hecho de creer confiadamente en aquello que nos dicen o prometen. Pero también es vital generar ese sentir en los que están a nuestro alrededor. Lo contrario a ella produce sentimientos de tristeza, decepción y frustración.

 

Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda Su pacto y Su misericordia

hasta mil generaciones con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos;

Deuteronomio 7:9

 

El reconocer la magnitud de la fidelidad de Dios, hace que podamos ser conscientes de lo necesario que es esforzarnos por guardarnos para Él y, de esa manera, ser fieles y confiables para los demás. Con la ayuda de Su Santo Espíritu podemos cubrirnos en ella y llevar frutos a través de nuestras acciones que la hagan evidente en nuestro diario vivir.

 

En la fidelidad de Sus promesas enfrentamos cada desafío que viene a nuestras vidas, sobre todo el desafío de la fe al momento de la prueba y la dificultad, como lo hicieron Mardoqueo y Ester, quienes con devoción se mantuvieron firmes e inquebrantables; fueron confiables entre ellos y ante un pueblo que dependió de sus decisiones y sus acciones. Su obediencia fiel fue premiada al final de la historia, con la fidelidad inmutable de un Dios que permanece para siempre, nuestro grande y maravilloso Dios.

 

He escogido el camino de la fidelidad; he preferido Tus leyes.

Salmo 119:30

 

Escoger el camino de la fidelidad es la mejor decisión que podremos tomar al transitar esta vida. En ello hallamos luz, paz, gozo, seguridad y esperanza. Aun cuando parezca que nos trae dificultades, como en algún momento fue con Mardoqueo, Ester y el pueblo judío, sabemos que, en el tiempo perfecto de Dios, ella es premiada en Su bondad, Su gracia, Su amor y Su voluntad.

 

Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

Mateo 25:23



 



“Por nada estéis afanosos; sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios

en toda oración y ruego, con acción de gracias.”

Filipenses 4:6 RVR1960

 

Como creyente e hijo de Dios, ¿alguna vez has atravesado momentos difíciles o momentos en los que Dios te pide que actúes de una forma distinta a la que quisieras actuar?

 

Es casi seguro que la respuesta a esa pregunta es sí y probablemente te ha pasado más de una vez. La espera, la confianza y la entrega de nuestra voluntad son condiciones muy difíciles de aplicar cuando conocemos a Dios y decidimos caminar con Él.

 

Dentro de nuestra naturaleza humana, en el transcurso de nuestro crecimiento, tenemos el deseo de aprender e independizarnos, de ser autosuficientes y tomar nuestras propias decisiones, aprender de nuestros errores y seguir creciendo en diversas áreas. Esto es algo bueno, sin embargo, Dios como Padre desea que dentro de nuestro crecimiento siempre conservemos dependencia hacia Él.

 

Ser dependientes de Dios no le beneficia a Él, sino a nosotros como hijos. La dependencia hace que estemos en una constante búsqueda de seguir Su camino, no apartarnos, consultarle nuestras decisiones y vivir conforme a Su voluntad; todo esto le permite obrar en nuestras vidas, haciendo milagros y cumpliendo Su propósito.

 

En la oración del Padre Nuestro, hay una parte en la que Jesús nos enseña a decir “Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10). Inicialmente, puede ser difícil entender la profundidad de esas palabras, luego se comprende que la forma en la que Dios trae a esta tierra Su reino es a través de Sus hijos y eso sucede cuando Sus hijos hacen Su voluntad.

 

Cuando amas a tu prójimo aquí en la tierra a pesar de que no lo “merezca”, estás permitiendo que el Reino de Dios se establezca en ti y en esta tierra. Y cuando tú eres obediente y te encargas de las cosas de Dios, Él se hace cargo de lo que es tuyo. Porque toda la añadidura viene de Él como lo dice Su palabra (Mateo 6:33).

 

Ester es un ejemplo sobrenatural de esto, como hija de Dios arriesgó su vida al buscar al rey sin antes ser llamada (Ester 5:1-3) En aquel tiempo, ni la reina podía acercarse al trono si no era solicitada su presencia por él; al hacerlo así podría ser condenada a muerte. Pero cuando Ester lo hizo halló gracia delante de él y la recibió para conceder lo que ella deseara.

 

No es casualidad el hecho de que ella fuera bien recibida por el rey, esa fue la añadidura, porque Ester dispuso su corazón y su vida a Dios, Él la respaldó con gracia. Él se hizo cargo de Su pueblo y de ella, de modo que Amán como enemigo de Su pueblo y de Ester, fue descubierto y condenado a muerte por el rey.

 

Ester pudo haber buscado un plan estratégico en el que ella no corriera riesgo de muerte o donde su puesto con el rey no estuviera en juego; sin embargo, ella no buscó lo más fácil, confió en Dios y buscó hacer Su voluntad para traer Su reino a esta tierra, eso permitió que sucediera algo sobrenatural.

 

Queremos invitarte a que no dejes de confiar en Dios, a que te fortalezcas en Su palabra; recuerda Sus promesas y que Sus planes son buenos. Dios es justo y, cuando se lo permitimos, Él se hace cargo de todo. Cuando le damos Su lugar y confiamos, Él tiene la última palabra y se manifiesta de forma gloriosa.

 

 “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”

Juan 11:40 RVR1960





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