“El corazón alegre hermosea el rostro; Mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.”
Proberbios 15:13 RVR1960
Una de las emociones más aceptadas y bien recibidas es la alegría. Como sabemos, es una emoción de bienestar que presentamos cuando pasan cosas agradables; la palabra alegría proviene del latín “alicer” que significa “vivo y animado”.
La alegría también es de las emociones que se identifican en otras personas con mayor facilidad, es realmente fácil y agradable notar cuando una persona está alegre. ¿Sabías que científicamente está comprobado que reírse, estar alegre y tener una actitud positiva tiene beneficios a corto y largo plazo en cuanto a nuestra salud física? Es por ello por lo que cuando estamos alegres, la gente sabe que estamos bien; estar alegres es estar bien y estar bien es vernos bien y esto mismo es lo que el versículo inicial menciona.
Probablemente, pensemos que no hay problema con expresar la alegría y que no debemos postergar su expresión y, es correcto. De hecho, muchas veces intentamos hacer lo contrario y forzamos esta emoción para evitar sentir otras. Sin embargo, debemos reflexionar en que una de las cosas que hacen especial a la alegría es que no todo el tiempo la sentimos. ¿Te imaginas lo aburrido que sería solamente sentir una emoción? Hasta cierto punto sería como no sentir nada, ya que llegaría un momento en el que nos aburriríamos de expresarla. El hecho de no sentir alegría todo el tiempo hace que los momentos en los que la sentimos sean especiales, recuerda que hasta la misma Biblia en Eclesiastés 3 nos habla de que “todo tiene su tiempo”, específicamente en el versículo 4 dice: “tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentarse, y tiempo de bailar”.
A pesar de que sabemos que todas las emociones son importantes de expresar, tendemos a querer enjaular otras emociones para solo sentir la alegría, a veces buscamos formas para forzarla y “sentirnos bien”. Sin embargo, no es saludable. De hecho, es lo opuesto y, para que podamos entender esto de una forma más clara, haré una comparación con lo siguiente: los doctores dicen que no es correcto dejar las heridas abiertas (sin importar lo pequeñas que sean), ya que atender y tapar una herida ayuda a cicatrizar y a protegerla de infecciones. Esto mismo pasa con las emociones, no podemos dejar una emoción sin atender, por más pequeña que sea. No es correcto pretender que todo está bien o sano cuando no es así, aunque al principio no nos afecte el hecho de no atenderla, en el futuro podrá suceder: esta llegará a infectarse, de modo que, en lugar de disminuir, llegará a expandirse y causará molestias graves.
Ahora bien, es importante reconocer que somos humanos y que muchas veces también pasamos por situaciones muy difíciles en las que sentirnos alegres parece imposible y poco a poco nos alejamos más de poder sentirnos de esa manera. ¿Te ha sucedido alguna ves esto?, o ¿Temes que algo así pueda suceder si dejas salir otras emociones? No temas, porque para esto está el Espíritu Santo. Déjame contarte que el Espíritu Santo tiene un fruto, el que está compuesto por: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza; en esta oportunidad vamos a enfocarnos en EL GOZO.
Muchas personas creen que sentir gozo es lo mismo que sentir alegría, pero no es así. Para que podamos aprender a diferenciarlo, daré a conocer algunas de sus características:
- No depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.
- Es poder amar al prójimo y aceptarlo con sus diferencias.
- Es estar en paz con Dios y con los hombres.
- Es disfrutar de lo que se tiene mientras se consigue lo que se quiere.
Enumero estas características, porque con ellas yo pude entender que el gozo no es algo que podamos sentir humanamente, al igual que el resto de las emociones, sino que el gozo es una fortaleza sobrenatural que viene de Dios a través de su Espíritu.
Por esto, cuando nos creamos humanamente incapaces de sentir alegría, debemos acudir a Dios, Él no solo nos dará alegría, sino que nos dará Su gozo para levantarnos.
“En medio de las preocupaciones que se agolpan en mi mente, tú me das consuelo y alegría.”
Salmos 94:19 DHH
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