Miedo



 Pero cuando tenga miedo, en ti pondré mi confianza.
Salmos 56:3 

Para comenzar, quiero que respondas esta pregunta: ¿A qué le tienes miedo?

¿Tienes la respuesta? Muy bien, quiero contarte una pequeña historia: hace un tiempo estaba de vacaciones con mi familia en un lugar donde había muchos árboles y áreas verdes, esto quiere decir que la presencia de animales silvestres es inevitable. En lo personal, le tengo mucho miedo a los ratones, pero ese día descubrí que no solo a ellos… mientras desayunaba en la mesa del balcón (terraza), apareció una ardilla a mi lado, mi cuerpo se consumió en miedo y me paralicé, lo único que quería era alejarme y esconderme. Ese día descubrí que mi miedo hacia los ratones se generaliza hacia todos los roedores.

¿Por qué te cuento esto? Porque seguramente tú también has sentido miedo, puede que no a los roedores, pero sí a otras cosas como insectos, alturas, nuevas experiencias, por mencionar algunos. Según el diccionario de la Real Academia española, “El miedo es sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. O un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.” La psicología define el miedo como una emoción muy útil para escapar o evitar los peligros.

En resumen, el miedo es una emoción que nos alerta y se vuelve un mecanismo de defensa ante un peligro o situación. Como hemos leído, todas las emociones tienen un propósito y Dios mismo las dejó para que podamos sentirlas, así que ¿Cuál es el propósito de Dios sobre el miedo?

Mi mandato es: “¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas".   Josué 1:9 

Si buscamos en la Biblia versículos que hablen sobre el miedo, podemos encontrar que muchos personajes dentro de ella lo experimentaron, pero a través de ello siempre vemos la afirmación de que Dios estaba a su lado.

Aprendemos que el miedo nos alerta, pero no debemos dejar que la respuesta a esta alerta sea paralizarnos y escondernos, es cierto que tenemos temores momentáneos (como el que mencioné acerca de mi experiencia con la ardilla). Existen otros miedos que no sabemos cómo afrontar, en los que la sensación de angustia es mucho más grande y dejamos que se conviertan en una constante en nuestro diario vivir. 

Cuando dejamos que nuestro miedo tome el control de nuestras decisiones, corremos el riesgo de convertirnos en personas con ansiedad. La ansiedad es el resultado de un miedo intenso y una extrema inseguridad, esta puede manifestarse de diversas formas, como preocuparse demasiado por las cosas cotidianas, sentirse irritable o nervioso, sudar mucho, sentir mareos o falta de aire, entre otras cosas que nos hacen perder la paz. 

El problema de llegar a este punto es que comenzamos a desconfiar de Dios y dudamos de Su cuidado y protección hacia nosotros, lo cual nos hace vivir, inconscientemente, en pecado y, es ahí donde se pierde el propósito de Dios para este.

Tener miedo es natural. Como sabemos, Jesús también lo sintió antes de ser crucificado, de hecho, fue tanto el miedo que experimentó, que Su sudor llegó a ser como grandes gotas de sangre (Lucas 22:41-44). ¿Qué hizo Jesús ante el miedo y la angustia? Primero, oró y entregó a Su Padre ese sentir para que Él hiciera Su voluntad. Luego, lo afrontó cumpliendo así el Propósito Divino. Al hacer esto, Jesús demostró la fe que tenía en el Padre y en Su plan. Recordemos que Dios respalda nuestra fe, sabemos que Jesús al final no solo fue muerto en una cruz, ¡sino que resucitó! Él salió victorioso, de igual forma podemos hacerlo nosotros en Él. En Jesús podemos ver un gran ejemplo de cómo el enemigo quiere detenernos a través del miedo y desviarnos del propósito de Dios, alejándonos de Él y desconfiando de Su cuidado. 

Recuerda que Dios no te dio un espíritu de temor ni cobardía, sino de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7). Él tiene el control, Su cuidado está sobre tu vida y tus batallas las pelea y las gana por ti (2 Crónicas 20:15). Tu miedo lo ha convertido en una gran victoria, solo confía y entrégaselo a Él.

El propósito de Dios para tu miedo es que aprendas a confiar en Él, que le entregues tu batalla y tu angustia para que seas libre y puedas vivir una vida plena y llena de paz a través de Él.

¡No se asusten ni les tengan miedo! El Señor, su Dios, va delante de ustedes. Él peleará por ustedes…

Deuteronomio 1:29-30




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