“Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.
Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová, Dios mío, te alabaré para siempre.”
Salmos 30:11-12 RV60
Hace algún tiempo, vi a una planta vestida de verdes ropajes, llenarse de enfermedad y luego secarse poco a poco, hasta quedar caída completamente; no la desechamos pronto, porque teníamos la esperanza de verla retoñar. Pasaron muchos días, no recuerdo exactamente cuántos, pero fue justo cuando nos habíamos resignado a su pérdida, que nuestros ojos vieron cómo nuevas hojas volvían a nacer de aquella que nosotros ya habíamos considerado muerta. De la misma manera, muchas veces la enfermedad, el pecado, la muerte y diferentes dificultades de la vida pretenderán que permanezcamos como aquella planta, secas y sin esperanza, pero Dios nos levanta nuevamente y mucho mejor, porque Él es experto en hacer la cosas más allá de lo que podemos imaginar. Dios no remienda nuestras partes caídas, sino que nos renueva totalmente en Cristo.
En nuestro peregrinaje aquí en la tierra transitaremos por diferentes rumbos: caminos de alegría, de contentamiento, de gozo y de paz, pero también llegaremos a transitar por caminos de dudas, de dolor, de aflicción, de preocupación, de pecado y hasta por valles de muerte. Más Dios es capaz de brindarnos Su ayuda, no solo física o material, pues Él tiene el poder de concedernos un corazón confiado y lleno de Su gozo a pesar de cualquier dificultad que atravesemos. Por medio del Señor Jesucristo podemos acercarnos al Padre con el enfoque correcto de nuestras emociones, de tal modo que, en lugar de únicamente expresar queja o descontentamiento, podamos expresar gratitud a través de la alabanza y adoración a Él, a pesar de que nos hallemos en medio de dificultades.
“En ti confiarán los que conocen tu nombre, Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.” Salmos 9:10 RV60
Muchas veces la confusión y la angustia no surgirán por lo que nosotras estemos atravesando, sino al ver el dolor de nuestras amistades, de familiares o de hermanos de la iglesia que se hallen cruzando por valles de sufrimiento, por deslices en su caminar cristiano. Todo eso también roba el gozo y el deseo de continuar, de ahí que solemos ser tentadas a rendirnos y abandonar, pero recibimos consejo sabio en medio de esa encrucijada en el Salmo 9. ¡Qué gran recordatorio de la fidelidad de Dios al traer a nuestra memoria todo cuanto Dios ha hecho por nosotras, y no solo por nosotras, sino también por aquellos amigos, familiares, vecinos y por Su iglesia alrededor del mundo! Porque Dios no abandona a quienes lo buscan y conocen Su nombre. Aun estando afligidas en gran manera y pasando por la noche más oscura, debemos reconocer lo que Dios ha hecho por nosotras y agradecerle, la gratitud hará que nuestros labios y todo nuestro ser lo adoren en Su presencia.
Y si te alegras por aquella plantita que, a pesar de permanecer largo tiempo caída fue nuevamente levantada, imagina lo que nuestro Formador y Señor con ojos de ternura y compasión es capaz de hacer por Sus hijas, por lo que Él es, cambiar nuestro lamento en baile, vestirnos de nuevas ropas, regalándonos paz en medio de la tormenta.
Amiga, por esto y más no podemos permanecer calladas, tenemos que proclamar de Su bondad, expresándole gratitud por medio de la alabanza. Elige hoy la gratitud, elige hoy la alabanza. Sí, alégrate en medio del dolor porque Dios no te ha desamparado y cuenta a otros Sus maravillosas obras. Elige hoy darle gracias al Señor a pesar de cualquier circunstancia que estés atravesando, porque Él es digno.
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