“Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y
redimido a su pueblo”.
San Lucas 1:68 RV60
Lucas escribe su evangelio producto de una meticulosa investigación y
recolección de los relatos de testigos oculares acerca de la vida y obra de Jesús. A diferencia del resto de los evangelios, el
libro de San Lucas provee el registro más completo acerca del nacimiento de
Jesús. Dentro de los acontecimientos en torno a la natividad, nos encontramos
con cuatro cánticos de alabanza pronunciados por María (Magnificat),
Zacarías(Benedictus), Simeón (Nunc Dimitis) y los ángeles (Gloria
in Excelsis)*. Estos cánticos tienen en común un mismo mensaje en
referencia al Salvador, fueron exclamados para traer buenas noticias y
esperanza de salvación a los hombres.
Enfocándonos en el Benedictus, el cántico de Zacarías, recibe este
título, debido a que la primera palabra “Bendito” en la versión del latín, se
traduce de esa manera. Estas fueron las primeras palabras que pronunció
Zacarías luego de haber pasado varios meses sin poder hablar; su incredulidad
le había traído consigo la imposibilidad de comunicarse oralmente y todo lo que
podía hacer eran señas y escrituras breves. Momentos antes de que Dios le
devolviera el habla, Zacarías anunciaba el nombre de su hijo escrito en una
tablilla, nombre que había sido designado por Dios a través del mensajero
angelical.
Este cántico no fue una obra producto del ingenio de Zacarías, vemos al
Espíritu Santo intervenir en la inspiración de esta composición al igual que el
caso de María y Simeón. Las palabras pronunciadas venían de la boca de Dios por
medio de los profetas del Antiguo Testamento y fueron luego traídas a la
memoria de Zacarías para, primero, corroborar el cumplimiento de las promesas;
segundo, para ofrecer alabanza al Señor por el cumplimiento de ellas; y
tercero, para la enseñanza de las buenas noticias a las siguientes generaciones
acerca de lo que Dios estaba realizando a favor de Su pueblo.
En la estructura de este cántico nos encontramos con dos temas: el
primero, es una acción de gracias por la venida del Mesías y la liberación que
traería, contrario a lo que las mentes humanas pensaban acerca del rol del
Mesías como libertador del yugo romano, el Espíritu Santo guía este cántico
trayendo luz acerca de la necesidad de libertad espiritual y perdón de pecados.
Las descripciones como el cuerno de salvación proveniente de la casa de David
(v.69) y la visita de la aurora para traer luz a los que habitaban en tinieblas
(v. 78-79), son claras atribuciones del A.T. a Cristo, el enviado de Dios, como
un poderoso Salvador, descendiente del linaje real y la primera luz del
amanecer. Cristo no sólo es el recordatorio, sino también el cumplimiento del
Santo Pacto de Dios con Abraham, la descendencia de Abraham que es por la fe a
través de Cristo ha sido separada y liberada del pecado para poder servir a
Dios en la santidad y la justicia provistas por el sacrificio de Jesucristo
para siempre (v.72 -75).
El segundo tema que resalta este canto es una mención al niño recién
nacido y su misión como precursor del Mesías. Juan, como lo describe el Benedictus,
sería llamado profeta del Altísimo y el encargado de preparar al pueblo para
recibir al Señor con un mensaje de arrepentimiento y perdón de los pecados.
Al profundizar en estos pasajes no debemos y tampoco podemos,
conformarnos con un estudio meramente informativo; más profundo que eso, sus
estrofas nos invitan a unirnos al mismo coro para contagiarnos de la esperanza
y atesorar el mismo motivo de regocijo, tanto de quienes los entonaron como de
quienes los escucharon.
*Lucas 1:46–55; 1:68–79; 2:14; 2:29–32.