Es un hombre como cualquiera, pero no es cualquier hombre, Él lleva impresa en Su ser la marca distintiva del Siervo de Dios. Esto hará: Él actuará, Él servirá.
De hecho, como anfitrión del evento ya ha
terminado una jornada bastante agotadora, enseñando, repartiendo la comida a
más de cinco mil invitados, organizando la agenda de las próximas horas para
sus discípulos. Y como todo buen organizador de eventos, se ha quedado hasta el
final limpiando el reguero y despidiéndose de los invitados. Yo ni siquiera habría pensado en una ducha, me
hubiera descalzado y deslizado en la cama hasta pasadas las doce del
mediodía.
Él es diferente a todos los hombres. Post
evento, se ha reunido con Su padre para agradecer, para evaluar Su día, para fortalecerse
en Su vocación de servicio y prepararse para el siguiente evento que tendrá
lugar en medio del mar agitado por el viento. Sabe que, según el plan de Su Padre,
el impacto de Su servicio depende mucho de la influencia que ejerza en los doce
que embarcó para Betsaida, los debe preparar, siente el peso de esculpirles el carácter
porque cuando Él no esté, ellos necesitarán confianza y valor.
Es Dios en la tierra, y aunque lo rigen las
leyes de la naturaleza, sabía de antemano que estarían en aprietos y ahora
puede verlos a cientos de kilómetros
remar con gran fatiga, los vislumbra jadeantes, agotados y sin control,
sabe que son Su responsabilidad porque Él mismo los envió, pero lo hizo por
amor, Su gracia los llevó hasta el ojo de la tormenta y es esa misma gracia la
que los sostendrá.
Se levantó y actuó, caminó sobre el mar. Y
allí lo vemos en Su glorioso esplendor, rompiendo en lo denso de la madrugada la
ciencia física, para en seguida
infundirles ánimo a quienes amó desde antes de concebir el mundo, jamás se
despreocupó por ellos, en ningún momento los olvidó, al contrario, por amor les
regaló sufrimiento como un don para ver más de cerca a Dios, y como Buen Siervo,
se aseguró de calmar el viento, subirse en la barca y acompañarlos hasta el
final.
Es hombre, no ha pegado el ojo ni un
minuto, podría mientras llega a la orilla, pero contempla en silencio el
amanecer reflejado en el agua mientras recorre en Su mente los últimos días, ha
hecho todos esos grandes milagros, ha actuado y servido. Sin embargo, en Su
corazón se reserva la nostalgia por la incredulidad de ellos, especialmente de Sus
doce.
Es Siervo, porque producirá en ellos la fe
que ellos no pueden alcanzar por su propia cuenta, los resultados solo llegarán
en el futuro, aguardará con paciencia, hasta que todo se haya cumplido conforme
al plan de Su Padre.
Ya casi anclan la embarcación en la orilla,
y mientras se bajan por fin, Él sabe que la próxima vez que pasen por esta ciudad,
justo al salir de ella, en el camino rumbo a una nueva aventura, en una charla
cualquiera se producirá el milagro de la fe, lo verán y lo entenderán. ¡Es el
Cristo, el Hijo de Dios!
Y así hoy… Él sigue siendo Dios y Siervo, otorgándonos
Gracia incómoda, organizando con mucho cuidado y amor regalos de dolor envueltos
en lágrimas y bocanadas de aire, sabe de tu cansancio y el mío y por amor nos
llevará al ojo de la tormenta, al lugar aterrador, pero como Buen Siervo se
apresurará por acompañarnos y como Dios hará enmudecer a los vientos, todo para
producir en nosotras una preciosa fe que pueda exclamar ¡Tú eres mi Cristo, mi
Dios, mi Abba Padre!
“Viéndoles remar con gran fatiga…vino a ellos andando
sobre el mar”. Marcos 6:48
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