Dios preserva a Su pueblo

 


A diferencia del panteísmo o el deísmo, que son maneras de interpretar la relación que Dios tiene con Su creación, negando la cercanía de Dios; la doctrina bíblica que explica Su providencia nos muestra evidencia de que Dios se relaciona e involucra con lo creado de una forma personal.  

 

Un ejemplo de ello lo encontramos en la iniciativa que Dios toma para llamar a Abraham, hacerlo Su amigo y establecer un pacto perpetuo con él (Génesis 17:1-8). Después del pecado del hombre, la buena voluntad de Dios ha establecido crear un pueblo santo, redimido y apartado del mal para la gloria de Su nombre, como lo planeó originalmente, antes de la existencia del pecado. Ese es su propósito al establecer el pacto con Abraham.

 

Sin embargo, Satanás desde el inicio ha intentado obstruir el plan divino, a través de la historia reconocemos sus intentos por exterminar el pueblo de Dios; por ejemplo, dando sentencia de muerte a los niños israelitas por boca de Faraón (Éxodo 1:8-22), dando muerte a los niños por mandato de Herodes para impedir la vida de Jesús (Mateo 2:13-18), impidiendo el propósito de que Cristo fuera a la cruz por boca de Pedro (Mateo 16:21-23).

 

A pesar de esos intentos, Dios, quien se relaciona con lo creado y de forma especial con el que ha elegido Su pueblo, lo preserva en Su providencia. En este contexto el libro de Ester no es la excepción, ya que nos sitúa nuevamente en el peligro de muerte que amenaza la supervivencia del pueblo de Dios y por lo tanto el pacto abrahámico en riesgo de ser quebrantado.

 

El libro de Ester (539 a.C. – 331 a.C.) se sitúa en el período histórico del imperio persa, bajo el gobierno del rey Asuero o conocido por su nombre griego, Jerjes. Esta historia ocurrió entre el primer regreso de los judíos cautivos en Babilonia hacia Jerusalén bajo el liderazgo de Zorobabel (Esdras 1–6) y el segundo regreso bajo el liderazgo de Esdras (Esdras 7 - 10). En esta oportunidad, Satanás se vale de Amán, un descendiente del linaje de Agag, rey de los amalecitas, un pueblo desechado y destinado por Dios a su destrucción (Éxodo 17:8-16; Deuteronomio 25:17-19), pero que por causa de la desobediencia de Saúl no fue exterminado, sino que sobrevivieron cargando en sus corazones el odio contra los israelitas.   

 

Aun así, Dios, quien actúa según el designio de Su voluntad, se vale de Mardoqueo y Ester para detener el propósito maligno, preservar Su pueblo, mostrar fidelidad a Su pacto y cumplir Su propósito divino.

 

Jamás se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.

Salmos 121:4 NBLA

 

Esto es lo que nosotros podemos aprender del libro de Ester:

 

Todas las cosas están sujetas a la voluntad de Dios, no somos entes al azar intentando construirnos un destino, sino que vivimos, nos movemos y existimos en Dios (Hechos 17:28). En este sentido podemos descansar en que Dios no es ajeno, ni indiferente a nuestras circunstancias por más insignificantes o difíciles que parezcan, pues Él hace que todas las cosas cooperen para nuestro bien, a los que estamos en Cristo (Romanos 8:28), incluso el sufrimiento y las adversidades.

 

Puedes confiar en que Dios escribe tu historia desde el principio hasta el final encargándose de completarla hasta el cumplimiento del plan mayor (Filipenses 1:6). Nuestra responsabilidad, como lo hicieron Mardoqueo y Ester, es tomar decisiones confiando en que El Señor orquestará todo para nuestro bien y para gloria de Su nombre.

 

Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place. Proverbios 21:1 NBLA

 



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