Más fuerte que la sangre

 


Y aconteció que cuando David acabó de hablar con Saúl,
el alma de Jonatán quedó ligada al alma de David, y Jonatán lo amó como a sí mismo.
Saúl tomó a David aquel día y no lo dejó volver a la casa de su padre.
Entonces Jonatán hizo un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo.
Jonatán se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David con sus ropas militares,
incluyendo su espada, su arco y su cinturón.
1 Samuel 18:1-4

Vivimos en una era en la que la amistad parece ser un ejercicio sencillo y bastante práctico, las redes sociales nos “acercan” a las personas, las distintas formas de comunicación nos permiten estar en contacto con los demás. Pero la verdadera amistad va mucho más allá de un contacto virtual. Son los hechos, las vivencias, el compartir, la empatía, la comprensión, la presencia y el apoyo los que en verdad definen su importancia y su valor.

La Biblia nos cuenta la historia de un príncipe y un joven pastor, ambos guerreros valientes, que llegaron a tener una amistad hermosa que queda plasmada en estos capítulos de 1 Samuel. Jonatán era el hijo del Rey Saúl, el primer monarca de Israel. David, un pastor de ovejas lleno de valentía y confianza en Dios que venció al gigante Goliat, otorgando la victoria a todo un ejército. Es lindo ver que la actitud de Jonatán al escuchar a aquel joven narrar su triunfo sobre aquel gigante, lejos de generar en él algún tipo de celos o envidia, le hizo ligar su alma a la suya, pues llegó a amarle como a sí mismo.

El sentimiento que llegó a unirles fue un profundo amor fraternal que les permitió tener una amistad más grata que el amor de las mujeres, como tiempo después lo expresaría el futuro Rey David. Y fue establecido un pacto entre ambos, en él fueron otorgados regalos como un manto militar de príncipe, una espada, un arco y un cinturón; pero más allá de estos elementos, fue otorgado el maravilloso regalo de la lealtad.

En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia.
Proverbios 17:17

A partir de ese momento, la Biblia nos permite ver una extraordinaria historia acerca de esta amistad que nunca fue condicionada por sus diferencias, que estuvo siempre cubierta de fidelidad, honestidad, cuidado y genuino amor; amistad a través de la cual la fe en un Dios bondadoso, misericordioso y omnipotente fue fortalecida; cada uno le conocía y había experimentado el poder de Su amor, pero en la unidad de su amistad la confianza en el Padre Celestial creció aún más. Y es que los verdaderos y más valiosos amigos obran esta preciosa cualidad en la vida de los demás.

La amistad de David y Jonatán nos muestra que es cierto aquel pensamiento que nos dice que los amigos son la familia que uno escoge. Sus vidas estuvieron unidas en un amor que nació en el corazón de Dios y que fue sembrado en sus corazones; un amor que les permitió pasar pruebas y trascender aquel pacto establecido algún día, más allá de la vida misma.

¡Qué regalo maravilloso es la amistad! En un mundo lleno de carencias, Dios nos permite disfrutar la plenitud de Su amor a través de ella.  En nuestros corazones es siempre un anhelo y podemos decir que una necesidad que fue diseñada como parte de nuestras almas.

La mejor manera de encontrar a los mejores amigos es mostrándonos amigas, pidiendo al Señor que nos permita tener un corazón lleno de amor, comprensión, lealtad, honestidad y luz. Luz que pueda llevar a quienes amamos como hermanos a Su luz, luz que pueda ayudar a fortalecer la confianza de sus corazones en Aquel incomparable amigo que dio Su vida por amor a nosotros.  

El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo;
Y amigo hay más unido que un hermano.
Proverbios 18:24







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