Emociones desbordadas



Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

2 Timoteo 1:7 NBLA

“No prometas cuando estés feliz, no respondas cuando estés enojado y no decidas cuando estés triste”… esto cita un pensamiento que circula por las redes. Parece un consejo bastante oportuno y acertado, pues muchas veces las emociones pueden jugarnos malas pasadas en nuestro diario actuar. Es probable que alguna vez hayamos sentido cierto grado de arrepentimiento luego de actuar bajo el efecto de alguna de ellas. ¿Cuántas decisiones de nuestra vida habrían sido distintas si las hubiéramos tomado sin dejarnos influir por lo que sentíamos en ese momento? 

La Palabra nos dice:

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?

Jeremías 17:9 RV1960

Y de pronto sea por razones así, que muchas veces las emociones son mal vistas, casi juzgadas y condenadas como malas, lo cual tampoco es completamente justo, pues a través de ellas tenemos la maravillosa oportunidad de percibir sensaciones que nos muestran la sensibilidad que nuestro Creador puso en nosotros. ¡Y tenemos también la certeza de que Él experimenta algunas de ellas! La diferencia radica en Su perfección, Su dominio y Su autoridad.

Pero entonces podemos preguntarnos: ¿Cómo poder hacer, en esta debilidad que es parte de nuestra naturaleza, para poder tener el dominio suficiente sobre nuestras emociones? ¿Debemos temerles como a un peligro inminente? ¿Debemos eliminarlas de nuestra vida, sería posible o necesario hacerlo? La respuesta, gracias a Dios, es negativa. 

El pasaje inicial de Timoteo nos refiere que no es el anhelo de nuestro amoroso Dios, que vivamos bajo el dominio del temor, con un espíritu cobarde, sino que desarrollemos con Su ayuda, uno lleno de poder, amor y dominio propio. Y quién diría, entonces, que la preciosa Palabra del Señor, nos hablaba, desde tiempos muy antiguos, acerca de principios básicos con relación a la gestión de nuestras emociones. Es hermoso saber que no existe un solo plano de nuestras vidas, que no lleve el cuidado fiel y la dirección llena de luz de nuestro Padre.

Qué importante y valioso será, entonces, llevar nuestras emociones delante de Aquel que nos hizo, nos conoce y nos ayuda en nuestra debilidad. Delante de Él podemos desbordar nuestra alma sin tapujos, aun cuando ella se encuentra bajo efectos de tristeza, ansiedad, temor o enojo agudos. De igual manera, Él conoce todo lo que anida en lo profundo de nuestro ser. Respondiendo a la pregunta hecha en el pasaje de Jeremías 17 con relación al corazón, el versículo 10 nos dice: 

Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.

Nada como abrir nuestro corazón delante de nuestro Creador y pedir Su dirección y Su sustento en esta área vital de nuestra vida. Reconocer aquello que sentimos, poder identificarlo de manera adecuada para pedir Su luz, para que haga a través de Su Espíritu una obra poderosa en nuestro ser; a veces a través del consuelo, otras tantas a través del perdón, algunas a través del dominio. Lo cierto es que necesitamos de Su justicia y Su verdad para regular aquello que tantas veces quiere desbordarse de nuestro interior hacia afuera, para tener la certeza de que nos permitiremos sentir en Su precioso Espíritu, ese que nos reviste de poder, de amor y de dominio propio. 

Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento.

Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas.

Proverbios 3:5,6 NBLA

Las emociones que se regulan bajo el dominio amoroso de Dios nos llevan a sendas preciosas en la vida.





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