Dios de perdón



«[...] porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia,
y que te arrepientes del mal.»
Jonás 4:2

La historia de Jonás tiene dos etapas: la primera, en la que vemos a un Jonás realmente enojado y quejándose con Dios por extender Su perdón a los ninivitas y, la segunda, Dios mostrando a Jonás y al pueblo Sus cualidades más asombrosas:

Dios es Clemente, la definición de clemencia nos refiere que se trata de la compasión, la moderación al aplicar justicia.

Dios es Piadoso, la piedad es el sentimiento que genera la pena y la compasión por la desgracia o el sufrimiento ajeno.

Dios es Tardo en enojarse, es decir, no reacciona por impulso a los estímulos.

Dios es Misericordioso, esta cualidad Suya es única, es parte de Su perfección. Él perdona los pecados de las personas. Y el pasaje nos habla de grande misericordia.

Dios se arrepiente del mal, el juicio hacia la ciudad de Nínive se transforma en perdón y salvación.

Jonás era un profeta de Dios, quizá por eso vemos que, en medio del enojo, la queja y la frustración, recuerda la escritura que le manifiesta las características de Dios que posiblemente ya había visto o experimentado antes en su vida.

«Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso;

tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares,

que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado,

y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado…»

Éxodo 34:6-7 

Cada una de estas cualidades de Dios reflejan algo diferente, distintos aspectos que Dios nos muestra a nosotras también. ¿Acaso no somos iguales a Jonás cuando reclamamos a Dios porque no actuó como queríamos?

Queremos que Dios descargue toda Su ira sobre algo o alguien que no nos agrada, o reclamamos que ejerza justicia -la justicia a nuestro parecer- y se nos olvida fácilmente el perdón, el que, como un músculo, debemos aprender a ejercitar.

«Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor,
¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.»
Mateo 18:21-22

Jonás prefería morir antes que perdonar. Jonás dice: «¡Ay, Señor! ¡Ya lo sabía! ¡Sabía que ibas a hacer esto! ¡Para nada vine!». Incluso había subido a la montaña para tener el mejor lugar, el que le permitiera ver lo que le sucedería a la ciudad. Pero ¿no debió estar esperando siempre lo mejor de Dios? Él conocía a Dios y al proclamar Su mensaje de arrepentimiento, podría haber llevado en mente Sus incomparables cualidades. Ese Jonás no se parecía en nada al Jonás que vimos dentro del pez, el que expresa humildad, el que se arrepiente por no obedecer a Dios, el que clama a Él, un Jonás hablando en espíritu.

El primer Jonás se parece más al humano de carne y hueso. Ese Jonás se parece más a nosotras en nuestra humanidad...

«El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.»
Santiago 1:8

Cuando Dios nos envíe a algún lugar o a una persona a hablar de Su mensaje, no olvidemos esperar siempre lo mejor de Él, no olvidemos Sus cualidades, no olvidemos expresar Su amor y Su perdón. Mostremos al Dios que realmente conocemos, al que hemos visto actuar a lo largo de nuestra vida.

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