En tentación


 

Cuando se levantó de orar, fue a los discípulos y los halló dormidos a causa de la tristeza, 
y les dijo: «¿Por qué duermen? Levántense y oren para que no entren en tentación».  
Lucas 22:45-46 NBLA 

Durante los últimos días antes del arresto de Jesús, habían ocurrido muchos acontecimientos que saturaban de temor e incertidumbre los corazones de los apóstoles. Jesús les había revelado que había llegado Su hora y eso, en ese momento, ellos lo veían como un factor que les empeoraba el panorama. No sabían lo que pasaría y no sabían qué camino, llegado el momento, iban a tomar.

Jesús, por Su parte, estaba viviendo momentos críticos y decisivos en Su vida y en Su ministerio. Él sabía que Su hora de ser glorificado había llegado, pero para ser glorificado, primero necesitaba beber la copa amarga: ser crucificado.

Todo el grupo de Jesús y Jesús mismo, estaban bajo una extenuante presión y, puede que también sus mentes humanas y racionales vieron la oportunidad de desertar como una mejor opción. De hecho, esto es lo que nos narra el pasaje de Lucas 22:39-46.

Jesús como humano, tuvo que enfrentarse a la tentación de no beber la copa amarga, Su mente racional pensó en que huir y evitar la muerte era una mejor opción, luchó con ello. Lucas nos narra que Jesús le planteó con confianza y sinceridad al Padre considerar la opción de cambiar de opinión. Desde Su humanidad, Su instinto de supervivencia le hacía desear salir corriendo.

Sin embargo, a diferencia de Sus discípulos, Jesús oró. Él tenía claro lo que estaba viviendo y lo que estaba en juego, sabía que como ser humano no podría enfrentarse a la tentación y resistir solo con buena voluntad. Necesitó la ayuda del Padre y de Su Santo Espíritu para no renunciar y obedecer fielmente la voluntad de Dios. Hizo lo que tenía que hacer, venció y fue glorificado.

Nosotras también hemos sido tentadas a abandonar la obediencia a Dios y retirarnos de la partida para sentir el alivio temporal que experimentamos al huir. No somos muy diferentes de los discípulos de Jesús.

Ellos estaban perplejos por el torbellino de acontecimientos, no alcanzaban a entender ni las palabras ni las dimensiones de la voluntad de Dios para Jesús, la tristeza embargó sus corazones y tal como nos habría pasado a nosotras, aunque fueron advertidos por Jesús, se quedaron dormidos.

Más adelante, la historia nos relatará que sucumbieron a la tentación y terminaron por huir, se decepcionaron, se separaron y algunos de ellos retornaron a su antigua vida. ¿Te parece familiar?

Mientras caminamos con Jesús, muchas veces no entendemos Su voluntad para nosotras, el temor y la indecisión abrazan nuestro corazón. Jesús nos advierte, pero solemos quedarnos dormidas y cuando despertamos de ese sueño espiritual, nos damos cuenta de que le hemos dado la espalda al Maestro, la culpa nos invade y así es que volvemos a esa vida desagradable.

No somos Jesús, pero queremos serlo, ¿cierto? De hecho, Él nos llama a imitarlo. Entonces, ¿Cómo enfrentamos la tentación para ser victoriosas?

Él no pide mucho de nosotras, pues sabe que mientras vivamos aquí y hasta que seamos glorificadas en la Eternidad por Él, somos proclives a fallar. Y lo haremos. Pero Él solo nos pide TODO nuestro corazón y que en momentos de tentación acudamos a Su ayuda, para que por medio de Su Santo Espíritu recibamos de Él la fuerza para no huir y vencer.

Sólo Dios puede darte el valor mediante Su Espíritu

para vencer la próxima vez que seas sacudida por la tentación.



 

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