Seres Sociales, Seres de Luz


 

¿Te imaginas viviendo en solitario, en lo alto de una montaña, en la que tus visitas más frecuentes fueran aves del área? En algún punto, podría sonar como una maravillosa idea, pero no del todo y no para siempre.

Es un hecho que somos criaturas destinadas a vivir en sociedad, de una u otra manera nos esforzamos por encontrar sitios dentro de una comunidad. Es hermoso ver que, desde el principio, el anhelo en el corazón de nuestro Creador se manifestó al respecto:

Entonces el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo;

Génesis 2:18

Somos seres sociales por naturaleza, tenemos la necesidad de relacionarnos con nuestros semejantes. Las relaciones humanas son un aporte a nuestro bienestar, la forma como tratamos a los demás y como somos también tratados manifiestan, entre muchas cosas, nuestra calidad de salud integral. La persona que no cuenta con un medio social tiende a sufrir y a ver afectado su plano afectivo y, por supuesto, su plano relacional.

Fuimos diseñados para responder con respuestas emocionales a aquellos que están a nuestro alrededor y viceversa. Vamos transmitiendo mensajes, no solamente con palabras, sino con acciones que se registran en la mente y en el corazón de los demás. Nos sentimos apoyados al ser escuchados o vistos y vemos que la motivación para devolver apoyo es muchas veces el poder recibirlo.

El mundo de hoy nos presenta una “indispensable” necesidad de recibir: aquello que anhelamos, aquello que merecemos, aquello que esperamos. El esperar solamente recibir puede convertirse en una complicación interior que nos lleva a generar insatisfacción, inseguridad y dolor. Esperar solamente recibir nos priva de la maravillosa oportunidad de dar. Jesús lo dijo, de acuerdo con lo citado por Pablo en Hechos 10:  “Más bienaventurado es dar que recibir”.

De gracia recibieron, den de gracia.

Mateo 10:8

Cuando entendemos que lo que recibimos de parte de Dios supera toda expectativa de nuestras vidas, hallamos gozo, paz y plenitud; hallamos también la necesidad de compartir con los demás Sus regalos de amor, gracia y bien. Entendemos que nos corresponde esparcir nuestro entorno con Su bondad y llevar por el mundo Su luz, manifestándola en pequeños y grandes actos, en cada una de nuestras palabras, en todos nuestros gestos.

 Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar;
Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones
y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.
Mateo 5:14, 16

Ser luz no es una acción que deba encaminarse con el objetivo de brillar para satisfacción personal, o para darse a conocer en la necesidad de llenar ese ego que muchas veces puede jugarnos con engaños, o para ganar el favor de Aquel que lo pagó todo para darnos Su regalo de salvación. Ser luz es una acción que debe buscar dar honra a Su nombre, glorificarlo sobre todo y sobre todos, darlo a conocer a Él, quien es la verdadera fuente de luz de nuestras vidas y de este mundo que urge ser iluminado en su oscuridad. 

Ser luz es disponernos en humildad y arrepentimiento para buscarle, en misericordia que, al ser recibida podamos practicar con actos de compasión y generosidad; en proclamar Su mensaje de Verdad que lleva a libertad. 

Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
Efesios 2:10
 

Ser luz es entender que al encontrarnos con Jesús
no podemos dejar de ser reflejo de Su gracia y Su amor.



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