Hay momentos clave en el ciclo de la vida que se componen de una serie de
eventos (muchos de ellos orquestados por Dios) y se combinan para marcar un
antes y un después en nuestra historia.
En la historia de Israel, la serie de eventos después del exilio
comenzaron con el mover de Dios en el corazón del rey Ciro para edificar el
templo del Señor en Jerusalén y continuaron con Su mover en el corazón del rey
Artajerjes para financiar el proyecto de reconstrucción de los muros. Pero no
terminó allí, sino que continuó con la lectura de los mandamientos de Dios para
el pueblo y en consecuencia con una serie de compromisos y reformas que
culminaron con la dedicación de la muralla de la ciudad.
La lectura de la ley de Moisés fue uno de esos eventos en los que Dios
preparó años atrás a Esdras para este momento clave, enseñándoles sobre la
manera que quería que Su pueblo viviera. La gran mayoría de judíos se habían
alejado de Sus leyes, la identidad nacional se había desintegrado y mezclado
con otras culturas paganas. Estos nuevos habitantes tenían la responsabilidad
de recuperar su memoria, abrazar nuevamente su identidad como pueblo santo y
reafirmar las bases para sus futuras generaciones.
Después de esta conmemorable lectura, el pueblo confesó sus pecados y en
un pacto escrito firmaron todos los jefes de familias, también tomaron acciones
concretas para rectificar su arrepentimiento y disposición a caminar en el
pacto de Dios: realizaron compromisos de pureza moral, reestablecieron la
adoración dentro del templo, planificaron la manutención del templo, se
organizaron para repoblar Jerusalén y efectuaron la purificación de los levitas
y sacerdotes.
Nehemías nos cuenta los preparativos para una fiesta de conmemoración
solemne en la que participaron dos grandes coros que desfilaron por toda ciudad
rodeando la muralla recién construida reuniéndose todos en el templo de Dios.
“Aquel día se ofrecieron numerosos sacrificios, e hicieron
fiesta
porque Dios los había colmado de gozo. También se
alegraron las mujeres y los niños,
y el júbilo de Jerusalén se percibía a gran distancia”.
Nehemías 12:43 RVR2020
Así como la mano soberana de Dios ejecutó esta obra de reconstrucción, Él
también lleva a cabo Su obra de santificación en nuestras vidas. ¿Puedes
identificar la mano de Dios en momentos claves de tu vida que han marcado un
antes y un después? Él llevó a Israel hasta este punto en que el pueblo reafirmó
su compromiso voluntario con Dios para retomar sus tareas, una de ellas era
mantener en funcionamiento el templo y todo su mobiliario, la que había sido
desatendida por más de 70 años; Dios entonces los lleva hasta este momento para
que ellos cumplan nuevamente con su responsabilidad.
El plan de Dios para nuestras vidas es redimir todo lo que el pecado ha
destruido y, aunque Él nos garantiza que esta obra está a Su cargo, sí nos
responsabiliza por ser diligentes en disponer nuestro corazón para el cambio y
ocuparnos de no descuidar Su templo. Además de ser parte de la iglesia como Su
cuerpo y servir a ella, Dios nos delega el cuidado del templo que es Su morada,
nuestro cuerpo. Por cuerpo nos referiremos también a todo lo que involucra
nuestro ser: Espíritu, alma y cuerpo.
¿Hay algún aspecto de tu vida que
Dios te haya encomendado y que has descuidado? Este es un momento clave para que
hagas ajustes concretos que reafirmen tu compromiso con Dios y un gran motivo
para celebrar la soberanía de Dios liderando tu historia.
“…y prometimos no abandonar la casa de nuestro Dios”.
Nehemías 10:39b RVR2020
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