“Yo soy
el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.” Juan 10:11 RVR1960
Estas fueron
palabras que Jesús dijo, en las que dio a conocer el propósito por el cual
había sido enviado por El Padre, propósito que está ligado a Su amor, ese incomprensible
amor que tiene hacia la humanidad y que lo llevó a enviar a Su Hijo para
hacerse hombre y dar salvación al mundo (Juan 3:16).
Jesús es el medio
por el cual Dios le permitió al hombre ser salvo por la fe, conocer la Verdad y
acceder al Padre, por esto Él mismo afirmó que era el Camino, la Verdad y la
Vida (Juan 14:6), Él es El Mesías.
El propósito de
Jesús en la tierra culminó cuando fue crucificado, la Biblia nos da a conocer
que Jesús pasó por un proceso sumamente difícil, doloroso y humillante desde Su
captura hasta Su muerte en la cruz, de la cual resucitó.
El amor que Jesús
tenía no solo por Su Padre sino por la humanidad, fue el que lo llevó a cumplir
el propósito y asumir cada dolencia de ese proceso.
Antes de que
Jesús fuera capturado, su oración delante del Padre fue:
“ Y él se
apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas
oró, diciendo:
Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
Lucas
22:41-42 RVR1960
Jesús rindió Su
vida y Su voluntad hacia El Padre, en oración Él le dio a conocer Su miedo,
pero que estaba dispuesto a rendirlo, al igual que Su voluntad para que fuera
cumplida la Misión por la cual fue enviado. Cuando estuvo en la cruz a punto de
morir, en Sus últimas palabras, antes de que Él entregara Su espíritu, la Biblia
da a conocer que:
“Cuando
Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es.
Y
habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.”
Juan
19:30 RVR1960
Jesús dijo
“Consumado es”, que significa “Misión cumplida”; Él vivió y cumplió la
voluntad, el llamado y el propósito del Padre hasta Su muerte, porque para
resucitar y para traer salvación al mundo, tuvo que sufrir y morir.
Lo más lindo de la misión de Jesús es que marcó un tiempo en la historia, un
antes y un después de Cristo y, a pesar
de que estuvo en esta tierra por “un momento”, Su misión marcó la eternidad de
muchos, no solo la de aquellos que le reconocieron de corazón en ese
tiempo, sino también la de los que lo hacen en este. Todo aquel que le recibe
como Salvador adquiere el regalo de la vida eterna. Su
misión fue por amor a todos Sus hijos, los que vivieron antes de Él y los que habitamos
este mundo hoy.
Así de grande es
el amor de Dios, un amor que con sangre compró a Sus hijos,
un amor que
no tiene límite, tiempo de caducidad ni fin.
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