Él sana lo que el mundo rompió

 


“El cual no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en su boca”

1Pedro 2:22 (NBLA)

 

Es inevitable pensar en lo trágico que es el mundo, es imposible ignorar el hecho de que cada día la humanidad se rompe un poco más. Si somos realistas, incluso podemos decir que cada día que pasa corremos el riesgo de rompernos un poco más, posiblemente más de lo que ya podríamos sentir que estábamos.

 

Este artículo no es desalentador, sino todo lo opuesto, el deseo es dejar un mensaje de amor, esperanza y sustento para el alma.

 

Las palabras iniciales tienen únicamente el objetivo de que, por un momento, podamos comprender la magnitud del problema y de la necesidad que existe, porque solo así podemos dimensionar el valor y el impacto que Jesús tuvo al venir a esta tierra.

 

Cuando tenemos un problema como seres humanos, buscamos a la persona más capacitada para ayudarnos a resolverlo; por ejemplo, si tenemos un problema de salud buscamos a un médico, por la preparación y aptitud que tiene para ayudarnos. Cuando buscamos aprender e incrementar nuestro conocimiento, buscamos a un maestro que esté especializado en el tema, porque sabemos que sería imposible obtener respuestas o ayuda de una persona que no está capacitada para lograrlo.

 

Esto mismo pasa con la humanidad, nuestra naturaleza y el pecado nos incapacitan para poder reparar todos los daños que otras personas con la misma naturaleza han generado. Por ello necesitamos de Jesús, porque Él siendo perfecto tiene la capacidad y es el único apto para traer socorro a este mundo quebrantado. Y no solo eso, sino que también es el único que al tocar nuestro corazón le añade valor.

 

Puede que como seres humanos nos sintamos desalentados por nuestro pasado, por errores o por cicatrices que hemos tenido, sin embargo, Jesús es el único que nos da acceso a las promesas de Dios que dicen que todas las cosas pueden ayudar para bien (Romanos 8:28).

 

A pesar de que socialmente puede existir la idea de que cada uno es responsable de reparar el daño o el desastre que causa, es reconfortante el hecho de que Dios en Su paternidad divina utiliza una lógica distinta. Él envió a Jesús para que sea Él quien repare el daño que nosotros hacemos e incluso el daño que otros hacen en nuestro corazón.

 

En un mundo lleno de desesperanza, heridas, quebrantamiento y problemas, Jesús vino para ser la esperanza, sanidad, salvación, restitución y la solución a cada problema que puede existir. Y la Palabra de Dios es el acceso que tenemos para recibir, conocer y reclamar todos los beneficios que como hijos y hermanos en Cristo tenemos.




0 Comments