Reconstruyendo nuestra vida en Dios

 


Cuando el pueblo de Israel regresó del exilio, su misión era reconstruir el templo de Dios. Pero con el tiempo, se distrajeron. Dejaron la obra inconclusa por diversas oposiciones y decidieron ocuparse de su propio bienestar. Dios les envió al profeta Hageo para despertar sus corazones:

 

Hageo 1:2 NBLA

«…“Este pueblo dice: ‘No ha llegado el tiempo,

el tiempo de que la casa del Señor sea reedificada’ ”».

 

Ellos creían que podían seguir con sus vidas y dejar lo de Dios para después. Pero su descuido al no priorizar a Dios tenía consecuencias: trabajaban duro, pero nada les llenaba. ¿No nos pasa lo mismo? Nos esforzamos, hacemos planes, buscamos estabilidad, pero cuando descuidamos nuestra comunión con Dios, todo se siente vacío.

 

“Tener prioridades equivocadas trae frutos equivocados y puede hacer que ocupemos nuestros esfuerzos en hacer algo que Dios nunca nos llamó a hacer” Sebastián Franz

 

Hoy el llamado sigue siendo el mismo: reedificar el templo, reconstruir la casa de Dios. Bajo la gracia, nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo y nuestro corazón Su morada.

 

¿Qué esperas? ¿Qué te impide restablecer la comunión con Dios, dar ese paso de fe, entregar tu vida al Señor en obediencia y dependencia? Si dices que aún no ha llegado el momento, es porque tienes invertidas tus prioridades. El tiempo es ahora.

 

Dios les dijo: “¡Manos a la obra! Yo estoy con ustedes.” No importaba si el nuevo templo no se veía tan majestuoso como el de Salomón. Lo que realmente importaba era que Dios estaría allí. De hecho, les dio una promesa asombrosa:

 

Hageo 2:9 NBLA

“La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera…”

 

Y así fue. Años después, Jesús mismo, el Señor de la gloria, el Príncipe de paz, caminaría en ese templo.

 

¿Cuántas veces sentimos que lo que hacemos para Dios es insignificante? Nos comparamos con otros y pensamos: mi esfuerzo no vale la pena. Pero Dios no mide la grandeza como nosotros. Él toma nuestra fidelidad, aunque parezca pequeña y la usa para mostrar Su gloria.

 

Sin embargo, no se trata solo de hacer cosas para Dios, sino de cómo las hacemos. En Malaquías 1:7, Dios confrontó al pueblo porque su adoración se había vuelto rutinaria. Ofrecían sacrificios defectuosos, dándole a Dios lo que les sobraba, en lugar de lo mejor.

 

¿Le estamos dando a Dios lo mejor de nuestro tiempo, de nuestro corazón y de nuestros talentos? O ¿le estamos dando lo que nos sobra, cuando no tenemos más nada que hacer?

 

Nuestra adoración no es solo cantar o servir en la iglesia. Es una vida rendida a Dios.

 

Dios también nos llama a ser ejemplo para otros. En Malaquías 2, reprende a los sacerdotes porque en lugar de guiar al pueblo, lo estaban desviando, estaban siendo piedras de tropiezo. Como creyentes, tenemos una responsabilidad. Nuestra vida, palabras y acciones deben reflejar a Dios. No se trata de ser perfectos, sino de vivir con integridad y con un corazón dispuesto a obedecer.

 

Malaquías 3:1 termina con un mensaje de advertencia y esperanza. Dios prometió enviar un mensajero que prepararía el camino para El Señor y esa promesa se cumplió en Juan el Bautista, quien anunció la llegada de Jesús.

 

Jesús ya vino y con Él trajo salvación. Pero aún esperamos Su regreso. Y aquí está la pregunta clave: ¿estamos viviendo con esa esperanza?

 

La reconstrucción de nuestra vida en Dios comienza hoy.

Ora conmigo y di: Señor no quiero seguir postergando mi comunión contigo,

ayúdame a reconstruir mi vida en ti.

Quiero darte mi mejor adoración, vivir con integridad y esperar con gozo Tu regreso. Amén





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