Los sacrificios de
Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y
humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Salmo 51:17
En condiciones que parecían
verdaderamente imposibles, una joven huérfana, proveniente de un pueblo
cautivo, es escogida para ser la reina del reino más poderoso de aquel antiguo
tiempo. Ester ocupó una posición de influencia, que fue el medio de salvación para
el pueblo judío, ante su inminente destrucción.
Podríamos creer que todo esto se debió a la hermosa figura y al buen
parecer que la Palabra describe de ella; o al favor, la gracia y la
benevolencia que ganaba ante todos . Sin embargo, no fue así…
La situación que el pueblo
atravesaba era sumamente difícil (Ester, capítulo 4). Estaban
destinados a morir, absolutamente todos, gracias al edicto de exterminio que
promovió Amán, con el aval del rey. Y ahí estaba ella, la bella doncella judía
convertida en reina, enfrentando un cuadro complicado. Debatiéndose en el hecho
de enfrentar la situación, lo cual ponía en riesgo su propia vida, o permanecer
en el silencio guardado acerca de su origen, para tal vez quedar a salvo ante
la amenaza que la incluía.
Y vemos en su respuesta su
verdadero corazón, uno que se llenaba de determinación y valentía, que no temió
enfrentar incluso la muerte por causa de su pueblo. Pero más allá de eso, vemos
un corazón que mostraba una vez más la confianza que reposaba en la voluntad de
su Dios. Porque aún en la historia romantizada de su elección como reina,
podemos entender que en ella también se dispuso más allá de lo incierto y de lo
que podría haber sido su propia voluntad, su anhelo o su ideal.
Con la posibilidad de salvarse
valiéndose de su posición, Ester optó por llevar la causa del pueblo, que también
era suya. Entendiendo la gravedad de la situación, compartiendo el pesar de
Mardoqueo y de cada judío hizo lo que, ante la dificultad, debemos hacer con
toda humildad: acudir al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y
hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). Para este efecto,
pidió el apoyo en oración y ayuno de todo el pueblo.
Una vez más, esta hermosa y
especial mujer, hace ver la fe que habitaba en su corazón, con certeza de
aquello que esperaba y convicción de aquello que no veía, pero que creía. Está claro que desde el principio había un
propósito en ella y a través de ella, uno muy importante, la salvación del
pueblo. Pero también es claro que su obediencia y confianza hicieron que ese
propósito fuese cumplido. A partir de ello, algo extraordinario Dios obró, en
medio de la adversidad.
¿Y quién sabe si para
esta hora has llegado al reino?
Ester 4:14
En tiempos de dificultad, podemos
inquietarnos sin hallar salida, porque muchas veces parece no haberla. Ester
nos da un maravilloso ejemplo, en la decisión y la acción de llevar delante de
Dios la causa de su pueblo, en ayuno y oración, reconociendo con humildad su
necesidad de ayuda, guía y protección.
No confió en su posición, en su poder,
en su riqueza o en su belleza. Reconoció en obediencia y sumisión que, ante
cualquier amenaza que quebranta nuestro ser, podemos y debemos ir confiadamente
a Él, con la certeza plena de que nuestros corazones contritos y humillados
jamás serán rechazados en Su gracia, Su propósito y Su amor.
Y sabemos que a los
que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien,
esto es, a los que
conforme a Su propósito son llamados.
Romanos 8:28
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