Premio a la fidelidad

 


El hombre fiel abundará en bendiciones,

Pero el que se apresura a enriquecerse no quedará sin castigo.

Proverbios 28:20

 

Me encantan las historias con finales felices, es una frase que frecuentemente se lee o se escucha. Esto no habría podido ser de esta manera en la historia de Ester, a no ser por la fidelidad de un hombre creyente y obediente a la voluntad y el propósito de Dios: Mardoqueo.

 

Desde el inicio de esta historia, se evidencian características especiales de este hombre: su generosidad y compasión al adoptar a su joven prima huérfana como hija, asumiendo el compromiso de instruirle en el camino de Dios, guiándola a cumplir Sus estatutos.  Su prudencia cuando le advierte que guarde el secreto de su origen; su lealtad ante la autoridad al descubrir el plan de asesinato al rey, el pesar que llevó en su corazón por su nación ante la amenaza de muerte a la que fueron sometidos.

 

Son varios los rasgos que el libro de Ester nos deja ver de Mardoqueo a través de sus acciones. Sin embargo, hay una virtud en él que es digna de apreciar, de admirar y, sobre todo de imitar: su fidelidad. Si lo vemos bien, pareciera ser que todo el problema en el que el pueblo judío se vio envuelto, surgió a partir del hecho de no inclinarse ante el malvado Amán, lo que nos permite ver la firmeza de su carácter y su congruencia en la obediencia a sus principios.

 

La fidelidad es una cualidad más que importante en la vida de cualquier persona. Tanto en función de los demás, pues no hay descanso tan grande para el alma como el hecho de creer confiadamente en aquello que nos dicen o prometen. Pero también es vital generar ese sentir en los que están a nuestro alrededor. Lo contrario a ella produce sentimientos de tristeza, decepción y frustración.

 

Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda Su pacto y Su misericordia

hasta mil generaciones con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos;

Deuteronomio 7:9

 

El reconocer la magnitud de la fidelidad de Dios, hace que podamos ser conscientes de lo necesario que es esforzarnos por guardarnos para Él y, de esa manera, ser fieles y confiables para los demás. Con la ayuda de Su Santo Espíritu podemos cubrirnos en ella y llevar frutos a través de nuestras acciones que la hagan evidente en nuestro diario vivir.

 

En la fidelidad de Sus promesas enfrentamos cada desafío que viene a nuestras vidas, sobre todo el desafío de la fe al momento de la prueba y la dificultad, como lo hicieron Mardoqueo y Ester, quienes con devoción se mantuvieron firmes e inquebrantables; fueron confiables entre ellos y ante un pueblo que dependió de sus decisiones y sus acciones. Su obediencia fiel fue premiada al final de la historia, con la fidelidad inmutable de un Dios que permanece para siempre, nuestro grande y maravilloso Dios.

 

He escogido el camino de la fidelidad; he preferido Tus leyes.

Salmo 119:30

 

Escoger el camino de la fidelidad es la mejor decisión que podremos tomar al transitar esta vida. En ello hallamos luz, paz, gozo, seguridad y esperanza. Aun cuando parezca que nos trae dificultades, como en algún momento fue con Mardoqueo, Ester y el pueblo judío, sabemos que, en el tiempo perfecto de Dios, ella es premiada en Su bondad, Su gracia, Su amor y Su voluntad.

 

Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

Mateo 25:23



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