“Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de
día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su
fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace prosperará”
Salmo 1:2-3
El
versículo inicial hace referencia al hombre bienaventurado. La palabra bienaventurado
se puede interpretar como bendito, afortunado, dichoso, venerable o feliz,
esto nos refleja un concepto sumamente positivo.
El
versículo revela la forma en la que se identifica a un hombre
bienaventurado, lo primero es deleitarse
en la Palabra de Dios, lo segundo es la comparación con un árbol y, lo tercero
hace referencia a su prosperidad.
Este
salmo es sumamente claro, pero en este artículo podríamos identificar
características importantes que tienen un propósito específico. Muchas veces
como hijos de Dios buscamos ante todo la prosperidad, el resultado y un buen
final, sin embargo, podemos observar que el orden en el que se describe al
bienaventurado es clave y que lo último que menciona es, justamente la
prosperidad.
No
significa que la prosperidad no importe, sino que nos recuerda que tenemos a un
Dios de orden y a un Padre que nos procesa para formar a Cristo en nosotras.
Antes
de la prosperidad, el salmista menciona que lo primero es DELEITARSE EN LA
LEY DE JEHOVÁ. Podemos recordar que la Palabra en Mateo 6:33-34 está
alineada a ello, ya que dice que, al buscar primeramente el reino de Dios y Su
justicia, lo demás es añadidura. Deleitarnos en la ley de Dios significa que
amamos tanto Su Palabra que la buscamos constantemente, de día y de noche, que
la aplicamos en nuestra forma de vivir.
Eso
nos lleva a la segunda característica, es como un árbol plantado junto a
corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae. El agua
es muchas veces interpretada en la Biblia como la Palabra de Dios, si nuestro
corazón es como un árbol que constantemente recibe agua, el resultado de esto
son los frutos en el tiempo de Dios y la capacidad de retener la bendición.
La Biblia
está llena de promesas de parte de Dios, cuando nosotros obedecemos y vivimos
conforme a Su Palabra, en Su tiempo Dios cumple esas promesas que son el fruto
de nuestro esfuerzo y entrega. También la Palabra habla del fruto del Espíritu
(Gálatas 5:22-23), los que son características sobrenaturales que emanan de
nuestro corazón como consecuencia de que el Espíritu habite en nosotros como
hijos de Dios.
Finalmente
dice y todo lo que hace prosperará. A menudo en la vida debemos
esforzarnos por lo que deseamos alcanzar, humanamente nos gustaría recibir
prosperidad o una recompensa desde el primer intento, pero hay procesos que
requieren más de uno, requieren de constancia y perseverancia. Aunque el resto
de las personas no vean nuestros esfuerzos e intentos, sabemos que Dios sí los ve y no solo los ve,
sino que Él no se queda con nada.
Todo
el esfuerzo, la perseverancia en Su Palabra y el amor a Él trae prosperidad,
trae añadidura y bendición. Quizá no es en nuestro tiempo, quizá hay otras
personas en el mundo que consiguen lo que quieren de forma indebida o injusta,
sin embargo, lo que como humanos
obtenemos con afán es temporal, mientras que lo que trabajamos y recibimos en
Dios es eterno y al momento de recibirlo Él provee la capacidad de
disfrutar del cumplimiento de Su promesa.
El fruto se disfruta más cuando trabajas duro para sembrarlo,
mantenerlo, regarlo y cosecharlo con Dios.


0 Comments