Devocional: La oportunidad para ser transformada





"¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra." Salmos 119:9

A decir verdad, no es que el hábito devocional cambie tu vida, en realidad es Cristo quien te transforma cada vez más a Su imagen, el tiempo que pasas con Dios cada día es el medio por el cual surge el cambio.

Creo que desde que tengo uso de razón he escuchado la mayoría de los sermones que mi padre ha predicado, entre ellos una historia contada por él varias veces. En esta ocasión me gustaría que la disfrutes tanto como lo he hecho yo:

Un padre y su hijo vivían en el campo, al comenzar el día acostumbraban leer una porción de las Escrituras y luego se dedicaban a realizar las tareas que requería el cuidado de su hacienda. Cierto día, cumpliendo sus labores rutinarias, el hijo meditaba en la costumbre que por años habían mantenido antes del desayuno, pero concluía que en nada era provechosa, no resultaba aprender de memoria los versículos bíblicos y había ciertas cosas que no entendía. 

Motivado por esa desilusión, le preguntó a su padre: - ¿Para qué leemos la Biblia todo el tiempo, si al final no recuerdo nada de lo que leo?

El padre, comprendiendo la decepción de su hijo, le respondió de una manera muy sabia: -Toma el canasto donde colocamos el carbón, ve al río y tráeme un canasto de agua.

El hijo, desconcertado con aquella respuesta, le refutó: -Pero papá, es imposible que te traiga lo que me pides, puedo traerte un balde con agua, un vaso con agua, una botella con agua si quieres, pero no un canasto con agua.     

El padre le insistió hasta que el hijo se vio forzado a obedecerlo y a regañadientes fue hasta el río, se agachó hasta que el canasto tocó el agua,  lo sumergió y lo sacó, pero tal como había predicho, el canasto no pudo retener el agua. Enojado continuó varias veces solamente para demostrarle a su padre su equivocación. Al final, cansado de tanto intentar sin resultados, regresó a casa, aún más molesto con su padre.

Llegando de vuelta alegó: ¡Viste papá! ¡Yo te dije que era imposible traer un canasto con agua!

Pero el padre preguntó: ¿Cuando llevaste el canasto al río, cómo estaba?

- Estaba negro, porque es el canasto del carbón.

-Y ahora, después de sumergirlo varias veces en el río ¿cómo está?

- Limpio.

-Lo ves hijo, así mismo es nuestro corazón, sucio y negro por el pecado. Pero la Palabra de Dios es como el agua del río, a medida que tú te sumerges en ella, te va limpiando. Se necesitó de tu esfuerzo y tiempo para que el canasto quedara completamente limpio. Hijo mío, aunque no entiendas mucho de lo que dice la Biblia, o no logres memorizar todos los versículos, poco a poco mientras más la lees, vas descubriendo que tu corazón ya no es el mismo; se necesitan varias zambullidas para ver los resultados.

Querida amiga, en ocasiones puede sucederte algo similiar a lo que le ocurrió a este muchacho, pasas tiempo en las Escrituras, oras y elevas tus peticiones a Dios, pero parece no haber ninguna señal de cambio. 

Ciertamente la Palabra de Dios transforma, pero no lo tomes como una fórmula mágica que resolverá al instante tus problemas. Implica un proceso que requiere despegarse de una vieja 'yo' para dar paso a una nueva, moldeada a la voluntad divina. Se necesita tiempo y disposición de tu parte para cultivar ese nuevo estilo de vida. Sin embargo, estoy convencida de que Dios utiliza el tiempo de la soledad en Su presencia como una oportunidad para que tu vida interior sea transformada. ¡No dejes pasar el tiempo! ¡Zambúllete hoy en Su Palabra! 








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