Festejos femeninos



Una risa bien fundada, no de esas baratas que por cortesía complacen el chiste que no se entendió, tampoco las carcajadas estridentes y bullangueras que se acaban cuando la muchachada abandona la plaza, una carcajada que sientan mis propias entrañas, que me eleve la esperanza cuando se me sonroje el corazón y que me encienda la fe en el momento en que la vida me sepa a libertad. Quiero una risa así. 

Regocíjate, oh estéril la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová.
 Isaías 54:1

La eternidad es risa; El gran Dios se hacía escuchar por el mensajero que invitaba a un público selecto a apagar la pesadumbre con canciones y gritos de alegría. Son mujeres y son estériles ¿Cómo puede reír una, siendo estéril?

Aquellas, aunque esposas, estaban sin hijos, y sin hijos era preferible no ser mujer. Su condición de esterilidad las hacía sentir insuficientes, ineptas, dignas de vergüenza, parir un hijo era su única oportunidad de dignificar su feminidad, pero jamás verían su vientre crecer, estaban destinadas a la vergüenza.

En el siglo en el que vivo parir un hijo no significa nada, y la dignidad de mi género se resignifica en la libertad de abortar los propios hijos. ¿Cómo puede reír una, después de haber matado su propio hijo? 

Ni teniendo hijos, ni abortándolos. Ni aquellas, ni nosotras hemos sido capaces de redimir nuestra propia feminidad, compartimos la misma vergüenza, lloramos las misas lágrimas: no somos suficientes como mujeres. 

Por ejemplo, la vergüenza de no cumplir los estándares de la belleza femenina, de no haber hecho algo que valga la pena, de no tener una pareja estable o haber sido el objeto sexual de varios hombres, vergüenza de haber nacido mujer cuando esperaban un varón, vergüenza de tener más de treinta y seguir soltera, vergüenza de ser cristiana y no ver frutos espirituales, vergüenza de ser madre soltera, de haber abortado, ¿Cómo se llama tu vergüenza? ¿Cómo puede reír una, cargando el peso de la vergüenza?

No temas, pues no serás confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. 
Isaías 54:4

El gran Dios se hizo escuchar en los vecindarios de Israel, y su voz alcanzó los oídos de las mujeres que, acostumbradas, intentaban tapar esa vergüenza con los afanes por el almuerzo y la ropa sucia. Esa voz eterna llegó hasta mi siglo alcanzando los oídos de las mujeres que tapan su vergüenza con las cosas que tenemos en la modernidad.  El mensaje es el mismo para aquellas y para nosotras, una invitación a la risa, al canto y al baile. ¿Qué pueden festejar unas mujeres avergonzadas?

El hijo del gran Dios, aquel nacido de mujer que puso fin a la estigmatización, el que llaman Jesús, que perdonó a las prostitutas y que sanó las enfermedades de las mujeres de su época, es él mismo que voluntariamente fue hasta la cruz para llevar sobre sus hombros todas las vergüenzas que tanto ellas como nosotras intentamos tapar. ¿Cómo puede un hombre dignificar la feminidad?

Él redimió la vergüenza de la cual ninguna mujer ha sido capaz de dignificar porque no es solamente hombre, es Dios mismo. En él no hay insuficiencia, la incapacidad no es problema. Como mujeres somos suficientes en Cristo porque Él mismo se encargó de que nuestra vida nos sepa a libertad.     

 Festejamos la redención de nuestra feminidad en Cristo. ¿Te unirás a la fiesta?  




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