Aquí está el primer poema del primer hombre
que elogia a la primera mujer: “¡Al fin –
exclamó el hombre - ¡Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Ella será
llamada “mujer” porque fue tomada del hombre”.
Pero… el informe anual del observatorio de
femicidios en Argentina indica que en el año 2020 las denuncias por violencia de género y familiar aumentaron en un 20% más que en años anteriores; en total se
registraron 295 femicidios y en lo que va del 2021 ya se han sumado más de 35 de
ellos.
¿Qué pasó? ¿Dónde quedó la belleza del Edén
y la fascinación del hombre por la mujer? Todavía no dejo de pensar que, en
diferentes partes del mundo, el 98% de personas violentadas son mujeres y el
92% de agresores son varones.
¿A quién culpamos? ¿A la mujer por no
contentarse con su puesto “de segunda” en el orden social? ¿Al hombre por su
desordenado deseo y abuso de poder? ¿A la religión por fomentar el patriarcado
en nombre de Dios?, o mejor ¿culpamos a Dios por ponernos la tentación del árbol
prohibido para “intencionalmente hacernos caer”?
Pongamos primero lo primero: Somos seres
con voluntad independiente, en el ejercicio de esta libertad de elección
debemos tener en cuenta que: todo
privilegio tiene responsabilidades y toda decisión tiene sus consecuencias.
No sabemos a ciencia exacta por qué Dios
prohibió a Adán y Eva comer del árbol de la ciencia del bien y del mal y les
advirtió sobre la muerte como una consecuencia explícita si trasgredían la
norma, lo que sí sabemos es que desde ese momento entra en acción el ejercicio
de la libre elección.
Tanto el hombre como la mujer gozaban del
mismo privilegio, porque ambos fueron creados a imagen de Dios, el hecho de que
Él haya creado a la mujer después del hombre y del mismo hombre, no significa que
por diseño las relaciones sean jerárquicas. De hecho, el diseño original nos
muestra a dos seres con roles diferentes, complementariamente necesarios,
creados en un plano de igualdad y equidad. Sin Adán, Eva no podría ser llamada
dadora de vida, y sin Eva, Adán no podría utilizar los recursos de la tierra a
su disposición.
Ahora, sus roles no los categorizaban, como
tampoco sus privilegios los eximían de sus compromisos, ambos actuaron
irresponsablemente y la decisión que tomaron les trajo la muerte por
consecuencia, es decir, la ruptura y la separación en múltiples planos que no
tenemos tiempo de explorar, pero al que nos referiremos aquí es el plano
relacional.
“Tu
deseo será para tu marido y él dominará sobre ti” es
una frase que le expresa Dios a la mujer y que algunos pueden tildar de
machista. Lejos de eso, lo que Dios intenta decirle a la mujer es que la
consecuencia de su decisión la llevará justamente a un desequilibrio de las
relaciones, en el que existirán voluntades en conflicto por el deseo de
dominación y abuso de poder, es la realidad que enfrentamos ahora.
Pero… el mismo Génesis que nos muestra el
origen de la violencia de género vislumbra la redención de las relaciones: “Tú la herirás en la cabeza, y él te herirá
en el calcañar” es la primera y única buena noticia que aclama una
auténtica equidad de género, nunca basada en el ejercicio de nuestra voluntad,
siempre y solamente basada en el Dios hecho hombre, que de forma impecable
ejerció Su libertad con responsabilidad poniéndola al servicio del género
humano.
No estamos aquí para añadirnos culpas, Sus
seguidores somos retados a vivir esta auténtica igualdad de género: “…no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni
mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús”. Gálatas 3:28
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