Te ama tanto a pesar de las imperfecciones



Muchas veces puede ser más fácil ver y comentar los errores cometidos por los demás. Por ejemplo, leer sobre la desobediencia de Adán y Eva y preguntarnos: ¿cómo fue que pudieron desobedecer a Dios y tomar el riesgo de perder el gran privilegio de una relación íntima con Él? Pero ¿qué ocurriría si en lugar de detenernos para juzgar las historias de los demás, reconociéramos a través de ellos nuestra propia historia antes de conocer a Cristo? Sí, porque de la misma manera que deshonran otros a Dios, en otro tiempo tú y yo también lo hicimos y hasta podríamos afirmar que tenemos una historia bastante parecida.

A diario tomamos decisiones que deshonran al Señor y muchas veces esto sucede cuando intentamos tomar el control total de nuestras vidas, cuando nos empeñamos en realizar las cosas a nuestra manera, cuando a toda costa pretendemos esconder nuestras culpas, pecados y errores; pero no solo de los demás, sino también de la vista de Dios.

Antes de conocer a Cristo, aunque nos veíamos radiantes por fuera, éramos realmente feas interiormente; esto puede sonar muy duro y nada amable, pero la verdad es que tú y yo estuvimos podridas hasta los huesos antes de conocerle a Él, intentando muchas veces cubrir nuestra vergüenza con hojas de higueras de la actualidad, como ropa de marca, teléfonos de última generación o innumerables sets de maquillaje. Sin embargo, debajo de todo ello, alguien continuaba muerta; simplemente porque hagamos lo que hagamos, nadie si no Cristo transforma lo que lo somos sin Él.

Antes de conocer a Cristo:

  • Estábamos muertas en delitos y pecados (Efesios. 2:1, Colosenses 2:13)
  • Llenas de iniquidad, mentira y maldad (Isaías 59:2-3)
  • Separadas de Dios por causa del pecado (Romanos 3:23)
  • Estábamos en tinieblas (1 Tesalonicenses 5:4)
  • Éramos tinieblas (Efesios 5:8)
  • Hijas de desobediencia (Efesios 2:2)
  • Hijas de ira (Efesios 2:3)
  • Esclavas del pecado (Romanos 6:17)
  • Necias, rebeldes, extraviadas, llenas de malicia y diversos deleites (Tito 3:3)
  • Llenas de suciedad, como trapo de inmundicia (Isaías 64:6)
  • No podíamos agradar a Dios (Romanos 8:8)
  • Éramos mentirosas (Romanos 3:4, Salmos 116:11)
  • Enemigas de Dios (Romanos 5:10)

El maravilloso plan de Dios para nuestra vida desde el principio tuvo un nombre: Cristo, porque fue Su inmenso amor que convirtió a Su hijo en el sacrificio perfecto por nosotras, no para ocultar nuestros pecados, sino para limpiarlos de una vez y para siempre.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo
(por gracia sois salvos),
Efesios 2:4-5

¿Por qué hizo Dios todo esto?  Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna (Juan 3:16). Cuando tú crees que Dios te amó tanto que dio a Su Hijo para rescatarte, vuelves a nacer, recibes una nueva identidad y tienes que apropiarte y vivir a diario bajo la seguridad de lo que eres ahora en Cristo: una hija de Dios salva por gracia, justificada por Su sangre, libre de la esclavitud del pecado.

Querida amiga, si crees en Cristo, recuerda que tú eres nueva para siempre. Y entonces, en lugar de comentar los errores o pecados de los demás, habla a muchos del amor ilimitado y superior de Dios, que te ama tanto a pesar de tus imperfecciones…

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, 
Cristo murió por nosotros.
Romanos 5:8 



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