¿A quién acudes cuando tu corazón se encuentra en situaciones difíciles, a quién diriges tu mirada, de quién esperas ayuda para que tu alma halle reposo y aquella paz que las noches oscuras se han llevado consigo? ¿De tus amigos, de algún familiar, de algún líder de la iglesia o, tal vez acudes a un profesional? Muchas veces, como hijas de Dios, olvidamos que Cristo ha provisto acceso a un lugar en el que podemos alcanzar misericordia, donde podemos hallar gracia, socorro y la ayuda que necesitamos. Se trata del Trono de la Gracia.
Acerquémonos,
pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro.
Hebreos 4:16
Pensemos por unos instantes en los requisitos que necesitaríamos
para poder visitar un trono real de los que existen en la tierra, muy
probablemente sería casi imposible que una solicitud de acceso fuera aceptada.
Es más, tal vez ni llegaríamos a tocar la puerta de algún palacio, simplemente
porque este es sumamente restringido para quienes se encuentran fuera de un círculo
cercano a la realeza; la misma comparación aplicaría con celebridades o
presidentes de los países. No es nada sencillo, no es posible tener un acceso
libre y total a la presencia de ellos. No pasa lo mismo con el Trono de la Gracia,
ya que Cristo, nuestro Rey, ha hecho posible que el acceso pleno para los hijos
de Dios sea total y gratuito, gracias a Su muerte y resurrección. ¿Qué tenemos
que hacer para llegar a ese Trono de la Gracia? Creer en Él, porque Él ya lo ha
hecho todo (Hebreos 4:14). ¿Cómo accedemos a ese lugar? Con confianza, por
medio de la fe en Cristo, a través de la oración (Efesios 3:12). ¿Cuándo podemos
acercarnos al trono de la gracia? En todo tiempo está disponible, podemos
hacerlo sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17).
A través de la oración podemos caminar por la
senda de la Gracia que nos conduce a la presencia del Padre, donde Su
misericordia y gracia están disponibles, donde la
fe nos ayudará a llegar confiadamente ante Su trono. La oración será, en medio
de la oscuridad, la luz en nuestro andar; Dios sabe y conoce el corazón, conoce
cada una de las luchas que enfrentamos. Cada vez que perdamos la dirección, acudamos al Trono de la Gracia.
La oración es algo que todo hijo de Dios debería anhelar hacer
diariamente. Sin embargo, para muchos cristianos puede ser un gran desafío y, probablemente
por ello, cuando enfrentamos dificultades en el camino acudimos a otras fuentes
de socorro. Y no es que esté mal, el error surge cuando depositamos nuestra
confianza en las personas o cosas, esperando que suplan nuestras necesidades.
Querida amiga, acércate hoy al trono del Padre y oye Su voz
amorosa que te dice:
·
Yo te entiendo (Salmos 103:14)
·
Yo te ayudo (Isaías 41:13)
·
Estoy disponible para ti (Jeremías 33:3)
La oración es el recurso infalible para acercarnos continua y
directamente a Dios, Él nos invita con amor a la sinceridad, a la honestidad y a
la confianza. Él es la única fuente que provee para cada necesidad de nuestro
ser, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. En el
sufrimiento, en las tentaciones, en las frustraciones y tribulaciones que
sobrellevemos, acudamos al Trono de la Gracia.
Demos gracias a Cristo, pues es por Él que podemos acercarnos a
Dios mediante la oración en cualquier momento, en todo lugar, en cualquier
tiempo. En Su gracia y misericordia encontraremos la ayuda que necesitamos y Su
paz inunda nuestro ser, desarropemos nuestra
alma en Su presencia.
En los días llenos de compromisos, decisiones, situaciones agradables y experiencias difíciles, es importante tener un tiempo para orar y mantener la mirada puesta en Jesús.
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