La novedad cuando comencé la universidad se desarrollaba durante las primeras semanas, conociendo a los docentes o catedráticos en cada nueva materia en la que estaba inscrita.
La primera clase
siempre tenía el mismo formato: desarrollar la propuesta pedagógica de la
materia. Se comenzaba con la presentación del docente, con los objetivos que
debíamos lograr para aprobar, nos explicaban el desarrollo del plan de estudios
de toda la cursada, apuntábamos en el margen derecho superior el lugar en el
que estaban todos los apuntes que tenía que fotocopiar (al menos yo), nos
informaban el método de evaluación y, de paso nos asignaban las fechas de
exámenes; si la cátedra proponía proyectos grupales, esa era la clase en la que
tenía que elegir grupo de trabajo. Luego me acostumbré a que la rutina de la
primera semana era con el calendario en mano.
Con la oración
pasa todo lo contrario, aunque en la vida cristiana la oración no es una materia
que debamos aprobar, sí puedo observar en mi propia experiencia, que muchas
veces la falta de disciplina, constancia y objetivos en la oración hace que mi
experiencia al orar sea monótona, aburrida y descuidada; quizás esto no solo me
pase a mí, sino a ti también, hasta el punto de que nuestras oraciones se reducen
a momentos donde deseamos orar porque las necesidades nos apremian.
“Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, Jesús salió y fue a un lugar solitario, y allí oraba.” Marcos 1:35
En este pasaje
de Marcos podemos observar lo que Jesús hacía antes de orar, el Maestro
encontró un cuándo y un dónde para la oración. ¿Cuándo? muy temprano en la
mañana antes del amanecer. ¿Dónde? en un lugar donde pudiera estar completamente
solo. Estos detalles nos dan una referencia de que también nosotras necesitamos
tener en mente o, lo que es mejor: “Planificar” algunas pautas para
hacer de nuestra vida de oración una prioridad, pues no
podemos abordar la oración con solo el sentimiento de querer orar, ya que el
deseo puede perderse fácilmente. Por ello debemos trabajar en la disciplina y
perseverancia, así como lo hacemos duro para aprobar las materias.
Ahora es el
mejor momento para que planifiques tu disciplina de oración, encontrarás que
será mucho más provechosa y significativa si puedes encontrar tu propio cuándo
y dónde para orar. Quiero motivarte y compartirte algunas ideas que te pueden
ayudar para mantener la disciplina de la oración.
¿Cuándo? Tus mejores aliados a la hora de buscar el mejor momento para orar
son la agenda y el calendario. Identifica el tiempo que mejor se acomode a tu
rutina diaria, semanal y mensual, marca y separa ese tiempo exclusivo para
orar.
¿Dónde? Identifica un espacio al que puedas llamar íntimo, en el que te
sientas cómoda y puedas estar sola, ese es tu lugar de oración. A veces ese
espacio también puede ser un cuaderno en el que sólo escribas tus oraciones.
¿Qué orar? ¿Qué tal si haces una lista de acciones de gracias, peticiones y
alabanzas por los atributos de Dios por los que deseas agradecer, pedir y
adorar a Dios en tus oraciones? A cada frase desígnale un día en tu agenda. Si tu
lista tiene 30 frases, tendrás 30 días con un motivo y objetivo de oración. Muchas
veces nos quedamos cortas con las palabras, la mejor fuente para aprender a
orar la encontramos en la Biblia. ¿Qué tal si además a cada frase que será tu
objetivo de oración de cada día le añades un verso bíblico que mejor refleje lo
que deseas orar? De esta manera estarás apropiándote de promesas de Dios para
su pueblo y orando conforme a la Palabra de Dios.
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