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Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Juan 9:39

Entrando en contexto sobre el capítulo 9 del libro de Juan, a través del milagro que Cristo hizo para devolverle la vista a un ciego de nacimiento, se ilustra claramente la incredulidad del pueblo de Israel, especialmente de los líderes religiosos sobre la segunda persona de la Divina Trinidad: Jesucristo, el Mesías. 

Este pasaje habla sobre la ceguera espiritual, una que solo es quitada por el Padre Celestial. En este pasaje, El Señor exhorta acerca de la visión espiritual, es decir, cuando Dios abre los ojos del hombre para que pueda ver a Jesucristo, Su hijo unigénito y creer en Él para salvación; la única forma en que el hombre pueda ser salvo es yendo a Dios, buscándolo y creyendo en Él, para que le revele por medio de Su Espíritu la Verdad y el poder del Evangelio.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.  Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Efesios 2:8-10

La incredulidad se vio en el pueblo de Israel cuando se rehusaron a creer en Jesús en Su primera venida, incluso con todas las señales delante de sus ojos. Seguimos viendo la incredulidad en el mundo de hoy. Como hijas de Dios, ya salvas, debemos orar y predicar el Evangelio para que Dios abra los ojos de las personas y vean a Cristo, para que el Espíritu Santo los convenza de su pecado y se arrepientan.

Sin embargo, la incredulidad llega también a verse en los hijos de Dios. Esta no hace referencia a la fe de la Salvación, pues por la gracia de Dios, Él les ha revelado a Su hijo y les ha concedido el don de la fe para creer en Él. En este caso, se alude a la incredulidad en el diario vivir, esa confianza en la voluntad de Dios y la seguridad de las promesas que se encuentran en Su Palabra.

“El creyente que confía en Dios a pesar las dificultades, mantiene en reposo su corazón”

En los momentos difíciles, cuando las cosas no salen bien, el carácter del creyente puede ceder ante las circunstancias, por eso es fundamental estar firmes en El Señor y, así poder hacerles frente a las pruebas y a cada una de las situaciones que se presentan como Dios quiere.

 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.  Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.

1 Pedro 5:6-10

En la Palabra de Dios se encuentra todo lo que el creyente necesita saber sobre su andar en la fe, con la ayuda del Espíritu Santo. El creyente piadoso, independientemente de las lágrimas en sus ojos, el dolor en su corazón, la angustia y preocupación que yacen en su mente, cualquiera que sea el momento, saldrá victorioso. Su victoria no radica en los resultados por las circunstancias, sino en la bendición como resultado de la obediencia, siendo este producto de la fe en El Señor.

 


 

 

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