El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en Su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Juan 3:35–36
Supongo que has visto o has sido tú misma una de las jóvenes que anteriormente formaba parte de una iglesia, que profesaba fe en Cristo y en algunos casos servía en la iglesia, pero que ahora puede que no asiste a ninguna iglesia, que con la pandemia o con la vida poco a poco ha dejado de lado el servir con su tiempo o su amor, sus dones... algunas incluso han renunciado a su fe en Cristo.
¡Qué tragedia! ¿Por qué sucede? Las razones son probablemente tan variadas como las personas que se alejan. Pero detrás de todo está el enemigo de nuestras almas, que ronda como león rugiente, buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8), para arrebatar la Palabra de los corazones, para que no crean y se salven (Lucas 8:12).
A veces la persona creía en Jesús por razones superficiales: esperaba que Jesús le diera un alivio fácil de algún problema, pero no sucedió. En la parábola del sembrador, Jesús habló de los que creyeron y encontraron alegría repentina, pero no tenían raíces, de modo que cuando salió el sol abrasador de la prueba, se marchitaron y murieron. Otros, dijo, parecen crecer por un tiempo, pero las espinas de las preocupaciones y las riquezas y los placeres de esta vida los ahogaron (Lucas 8:13-14).
Hay dos problemas comunes detrás de aquellos que hacen una profesión
de fe y luego se apartan.
1. Tienen una comprensión superficial de su
verdadera culpa moral ante el Dios santo. No entienden que como pecadores están
bajo Su ira y que sus buenas obras no borrarán ni aliviarán Su juicio contra
sus pecados. Así que no ven su necesidad desesperada de salvación.
2. No entienden quién es Jesús y lo que hizo por ellos en la cruz.
Toda la fe cristiana se basa en la respuesta correcta a la pregunta de Jesús (Mateo 16:15), “¿Quién decís que soy?” Si respondes a esa pregunta, con lo que la Biblia proclama de Jesús, entonces debes creer en Él como tu Salvador y Señor o enfrentarás el juicio. Cristo murió por tus pecados y resucitó de entre los muertos. (1 Corintios 15:13-19).
Crecí en un hogar cristiano e hice una profesión de fe a una edad temprana. Pero recuerdo que cuando llegué a los 15 años, me di cuenta de que hay muchas otras opciones sobre qué creer. Mientras lo pensaba, me di cuenta de que, si mi fe iba a perdurar, tenía que ser mi fe, no la fe de mis padres ni la fe de mis amigos. Tenía que estar basada en la verdad acerca de Jesús. Mi relación personal.
Hay solamente dos opciones: creer en Jesús y tener vida eterna, o no obedecer a Jesús y estar bajo la ira perpetua de Dios. Ambas opciones son realidades presentes que se extienden hasta la eternidad. En este momento, o tienes vida eterna o estás bajo la ira de Dios. Cualquier estado en el que te encuentres cuando mueras, continúa para siempre después de tu muerte.
No creer en Jesús es desobedecer a Dios, quien llama a todos a arrepentirse y a creer. La fe salvadora genuina es fe obediente, mientras que la fe falsa afirma creer, pero niega esa afirmación por medio de la desobediencia. Por supuesto, ninguno de nosotros puede obedecer a Dios perfectamente, pero la dirección general de nuestras vidas debe ser la de la obediencia a Cristo.
Así que, ¿está tu eternidad asegurada?
Si tu respuesta es afirmativa, estoy gozosa de que tendremos una
eternidad en la presencia de Dios juntas.
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