¿Qué valoras más?


 

“Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?  Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.”

Genesis 25:31-34 RVR1960


La primogenitura hace referencia al primer hijo que nace, es decir, el hijo mayor. En la Palabra de Dios se puede ver la importancia de la primogenitura a través de los privilegios que le asigna Dios y cómo es de gran estima delante de Sus ojos, debido a que en muchas ocasiones se refiere a ella de manera especial. En cuanto a los privilegios, ellos reciben la mayor parte de la herencia y sobre todo el derecho de liderar y ser el sacerdote de la familia, después de la muerte del Padre. Sin embargo, Esaú no la valoró, la vendió a Jacob por un plato de comida, de esta forma mostró su menosprecio, cambiando lo sagrado por algo pasajero. Por tanto, en la Palabra de Dios, Esaú se considera como una persona profana, lo que significa una persona impía o sin santificación y, aunque lamentó haber vendido su primogenitura después de que no tuvo la bendición de Isaac como posible consecuencia de su menosprecio, no se arrepintió, pues su corazón era movido por lo terrenal y no por lo espiritual (Hebreos 12:16-17).

Jacob se percató de cómo Esaú tenía en poco la primogenitura, ya que en el momento del intercambio se evidencia entre ambos un conflicto previo; incluso Dios anunció a Rebeca debido a la lucha de estos gemelos en el vientre, que cada uno era padre de una nación diferente. (Génesis 25:22-23).

El problema de Esaú no fue el plato de comida que se comió con hambre, sino el precio que tuvo que pagar para saciarla, teniendo la opción de no hacerlo. Esto muestra su prioridad de lo vano sobre lo sagrado, ya que no manifestó la importancia debida a lo constituido por Dios, pues dentro de Su voluntad, la primogenitura y todo lo que la conforma, es parte de Su propósito divino. 

El ser humano es pasajero, al igual que todo lo que hay en la tierra y, aunque El Señor ha creado al hombre con necesidades básicas que consecuentemente se satisfacen aquí, también le permite disfrutar de cosas temporales como los bienes, lo material, el trabajo, entre otros. El problema no es suplir las necesidades básicas, ni tampoco que se permita disfrutar momentos pasajeros (mientras no sea pecado); el problema es el costo en que se puede incurrir por suplir esa necesidad o disfrutar de ese espacio temporal, porque si no se busca en primera instancia agradar a Dios, valorando Su voluntad más que la de uno mismo, teniendo en cuenta lo que Él quiere por sobre todo, entonces el creyente está amando más lo terrenal que lo espiritual.  

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.  Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 

1 Juan 2:15-17 RVR1960


Valoremos más lo eterno, porque hay bendición en la tierra y recompensa en el cielo.





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