“Así que,
hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de
Jesucristo,
y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios”.
Hebreos 10:19-21 (RVR1960)
Los judíos seguían confiando en los sacrificios del sistema levítico, por ello el autor les exhorta para que entiendan que ya no es necesario, porque Cristo fue el sacrificio perfecto, una vez y para siempre; los anima a que gocen del nuevo pacto gracias a la obra expiatoria del Señor, la Salvación. Este sistema era el medio para que el hombre practicaba para acercarse a Dios; la expiación de los pecados la hacía un sacerdote cada año, entrando al Lugar Santísimo, quien era escogido siguiendo las indicaciones divinas.
En el Lugar Santísimo estaba la presencia de Dios, tenía un velo que lo separaba del pueblo, una vez el sacerdote cumpliera el sacrificio salía de ese lugar. Por eso, cuando el Señor Jesucristo consumó la obra de redención en la cruz, el velo se rasgó, pues fue abierto el camino para que todos los que en Él creen sean reconciliados con Dios a través Suyo, y así, disfruten del perdón de los pecados y la comunión con Dios.
Teniendo como fundamento el Nuevo Pacto en el Señor Jesucristo, los creyentes debemos vivir conforme a este, apropiándonos de la nueva identidad como hijos de Dios. Conforme al pasaje de Hebreos 10:22-25, El Señor nos exhorta a:
Acercarnos a Él: Con un corazón sincero y genuino, no superficial, teniendo una fe absoluta y una convicción firme en Sus promesas; purificando de mala conciencia nuestro corazón, permitiéndole ser controlado por el Espíritu Santo para examinarse a sí mismo conforme a la Palabra de Dios y lavar nuestros cuerpos con agua pura, a fin de purificarnos por y en Él (v.22).
Mantenernos firmes: Aferrarnos a la fe y ser perseverantes, sabiendo que esta firmeza es evidencia de la Salvación, arraigarnos en El Señor confiando sin titubear en Sus promesas, esto permite que perseveremos en la sana doctrina que hemos aprendido; porque fiel es Aquel que prometió (v.23).
Considerarnos unos a otros: Los creyentes debemos ayudarnos unos a otros, manifestando amor mutuamente, entendiendo que este es la manifestación del fruto del Espíritu Santo, quien nos lleva a hacer el bien y hacerle bien a los demás (v.24).
No dejar de congregarnos: La comunión local por medio de la asistencia a la Iglesia es fundamental en la vida cristiana, en este caso, para protegernos de la apostasía y evitar que nos apartemos del camino de la fe. Por medio de la Iglesia nos consolamos, alentamos, fortalecemos, gozamos y edificamos (v.25).
Existe un antes y un después en esta exhortación. El antes es lo que hace posible que apliquemos lo que Dios nos dice a través de este pasaje, porque sin la obra de Cristo es imposible acercarnos a Dios y tener comunión con Él por medio de la fe. El después se resume en la última frase del versículo 25 “…y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Se refiere a la venida del Señor por Su Iglesia. Mientras más cerca esté, más debemos permanecer firmes y activos en nuestra fe, ocupándonos de nuestra salvación con temor y temblor, como dice la Palabra.
La venida de Cristo debe ser
nuestro mayor anhelo;
con la esperanza de Su regreso, ser
obedientes debe ser nuestro mayor deseo.
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