Misericordia a tu alcance


Innumerables veces hemos cometidos errores, pecados que nos han alejado de la presencia de nuestro Dios. En muchos de estos creímos o quizá creemos que Su gracia no alcanzará a cubrirlos.

Con seguridad todos tenemos diferentes historias de aquello que hicimos mal, algo que no quisimos que salga a la luz y decidimos esconderlo, sin confesarlo delante del Señor. Los resultados de las decisiones deshonestas no traen bendición a nuestras vidas.

El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Proverbios 28:13

Existen diferentes maneras de ocultar nuestros pecados, pero ninguna funciona frente al conocimiento supremo de nuestro Dios: mentiras, secretos ocultos a nuestros padres, tiempo que se roba en el trabajo o en los estudios, falta de perdón, algo que ocurrió años atrás y que permanece en la conciencia quitando la paz.

Las personas reciben el favor de Dios cuando deciden exponer su pecado humillando su corazón delante de Él, alcanzando redención al confesarlo y apartándose de este. Su inmensa misericordia abre la puerta para recibir el perdón y obtener la restauración de Dios. Experimentar una profunda convicción de arrepentimiento ayuda a no cometer el mismo error, con Su luz y Su guía. Cuando buscamos la misericordia y la compasión de Dios, es justo eso lo que encontramos con seguridad.

La ciudad de Nínive había sido sentenciada a destrucción, pues su maldad estaba delante de Dios. Para darles a conocer lo que les ocurriría, El Señor envió a Jonás, quien luego de una dura lección, fue a proclamar en aquella ciudad el juicio que Dios enviaría. Lo que ocurrió fue justo el anhelo del corazón de Dios, aquel pueblo se arrepintió de sus pecados y los confesó al Señor. Justo la respuesta que Él espera de quienes transgredimos y ofendemos Su santo nombre.

Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo:
De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Y los hombres de Nínive creyeron a Dios,
y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.
Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido,
y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive,
por mandato del rey y de sus grandes, diciendo:
Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua;
sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente;
y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos.
Jonás 3:4-8

La misericordia de Dios es eterna, así como Su amor inagotable por el pecador.

¿Qué podemos o debemos hacer, entonces, seguir ocultando secretos en vez llevarlos ante el trono de la gracia de Dios para alcanzar misericordia y hallar gracia que nos ayudará cuando más lo necesitemos?

Dios dio a Jesucristo, Su único hijo, para morir en la cruz por nuestros pecados, para que así puedan ser perdonados. Hoy podemos venir confiadamente al Señor, admitir y confesar en Su dulce presencia con toda honestidad aquellos errores aún encubiertos, con la certeza de que alcanzaremos Su gran misericordia, Su increíble perdón y Su sublime gracia.

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