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Pero el ángel les dijo: —No temáis, porque vengo a traeros una buena noticia,
que será causa de gran alegría para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo. Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre
Lucas 2:10–12 

Durante las vigilias de una impresionante noche en la región de Belén de Judea, un grupo de pastores se encontraba en el campo cuidando sus rebaños, cuando fueron sorprendidos por un ángel del Señor que les rodeó con resplandor lleno de Su gloria, lo que provocó inicialmente en ellos temor. Este enviado del cielo traía la noticia más grande dada a la humanidad: el nacimiento del Salvador del mundo, la llegada de Cristo, El Señor. El ángel fue acompañado luego por una multitud inmensa de los ejércitos celestiales que alababan a Dios proclamando esta buena nueva que era y sigue siendo el motivo más grande de alegría y paz para los hombres hoy en día.

El evento más grande en la historia de la humanidad se da luego de dos anuncios previos, dados por el ángel Gabriel, en el orden que el Evangelio de Lucas describe: primero, a un sacerdote llamado Zacarías, haciéndole saber que sería, en su vejez, el padre del hombre que prepararía a la gente para la venida del Señor, cuyo nombre sería Juan. Ante su respuesta inicial de temor, surge en el corazón de Zacarías la incredulidad, siendo esta la razón por la que quedaría sin habla hasta que el niño naciera.

Fue también el ángel Gabriel quien haría saber a una joven virgen llamada María, que había hallado el favor de Dios para concebir con el poder del Espíritu Santo, al Hijo del Altísimo. Encontramos también en este precioso relato de Lucas 1, una respuesta inicial en María cubierta con temor y confusión, respuesta que posteriormente se transforma en absoluta disposición a cumplir la buena voluntad del Padre a través de su vida.

Los anuncios descritos en los primeros dos capítulos de Lucas causaron inicialmente reacciones de miedo, pero desataron luego maravillosas expresiones de alabanza revestidas de gratitud. Elisabet, la esposa de Zacarías, resalta la bondad del Señor al quitar de su vida la vergüenza de la esterilidad. María expresa a través de preciosas palabras el regalo de ser vista por Dios, honrada por Él, bendita por Él, reconociendo las grandes cosas que hizo por ella y la misericordia que muestra de generación en generación a todos los que le temen.

Al recobrar el habla, Zacarías expresa alabanza y lleno del Espíritu Santo, da la siguiente profecía:

 

Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a Su pueblo,
Y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David Su siervo,
Como habló por boca de Sus santos profetas que fueron desde el principio;
Para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de Su santo pacto;
Lucas 1:68-70, 72 

En la inquietud que pueden provocar anuncios nuevos, fácilmente perdemos de vista el perfecto propósito de Dios. Hermoso poder soltar nuestras dudas y temores para llevarlos a Sus pies y rendirlos a Su voluntad, con la convicción de que está revestida de gracia y bondad. Porque aun cuando no la entendamos, podemos confiar plenamente en ella, en Sus planes llenos de bien, que nos ofrecen siempre un futuro y una esperanza.

La llegada del Salvador al mundo sigue siendo hoy
el anuncio más grande que la humanidad necesita conocer y recibir,
el motivo más grande de alabanza en nuestros corazones
y el mensaje que debemos proclamar con nuestros labios y con nuestro actuar.



 

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