Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que
podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Efesios 6:16 (RVR1960)
Es especial ver cómo en Efesios seis nos hablan de la
armadura de Dios y nos dan a conocer qué rol cumple cada una de las
herramientas en una guerra espiritual, cómo se nos ejemplifica de una forma
clara de qué manera debemos pelear y cómo debemos usar sabia y adecuadamente
cada una de ellas.
En esta ocasión nos referiremos al escudo de la fe.
Pablo es bastante claro cuando dice que debemos tomarlo para apagar los dardos
que el enemigo nos envía. Todos sabemos y podemos visualizar cómo es un escudo;
en aquel tiempo los que se usaban en las guerras eran altos y llegaban a cubrir
la mitad o un poco más de la mitad del cuerpo de los soldados, eran creados con
materiales fuertes y pesados, su principal propósito era cubrir y asegurar que
nada lo atravesara. Todos los elementos de la armadura tienen el propósito de
proteger, pero el escudo en especial
tiene la capacidad de hacerlo en casi todo el cuerpo, si se utiliza de la forma
adecuada. Como Pablo lo dice en el versículo, puede detener los dardos o
las flechas que el enemigo nos lance.
¿Cuáles son los dardos del enemigo? El enemigo, como la
Biblia menciona en Juan 10:10, ha venido a robar, matar y destruir. Sus
ataques pueden ser el miedo, las mentiras, cosas que agredan nuestra identidad
o que pongan en duda las promesas que Dios ha declarado para nosotros. Él
aprovecha cada prueba o circunstancia difícil para enviar dardos que nos alejen
de Dios.
Es necesario que entendamos todo esto para comprender
la importancia que tiene la fe al compararla con un escudo. La fe en nuestra vida espiritual puede
llegar a ser tan fuerte que nos defiende en muchas áreas de los dardos del
enemigo.
La fe es la convicción y la plena confianza de aquello
que no podemos ver o asegurar físicamente, la misma Biblia dice que nuestra fe
puede hacer milagros, como mover montañas o sanar, como el caso de aquella
mujer del flujo de sangre a la que Jesús le dijo que su fe la había hecho sana
(Marcos 5:34-36).
Si pensamos en cualquier dificultad que hayamos pasado
o estemos pasando, podremos identificar qué palabras, hechos, acciones o
circunstancias han sido dardos del enemigo.
Volviendo a Efesios, unos versículos antes, (Efesios
6:12) podemos comprender que no peleamos contra los humanos sino contra las
tentaciones del enemigo, nuestra lucha
es espiritual. Si recibimos de una persona una palabra que pone en duda nuestra
identidad como hijos de Dios, el dardo no es la persona, el dardo realmente es
lo que esa palabra puede provocar en nuestro corazón, que en este caso es la
duda.
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