QUEBRANTADA
Significa estar dañado o no funcionar apropiadamente. Lo puedes ver en las
enfermedades que devastan un cuerpo anteriormente lleno de energía y de vida. Lo
ves en familias en las que el matrimonio está fracturado. Lo ves en las
relaciones que sufren al hacerse daño de manera intencional o sin querer. El
quebranto se identifica con lágrimas y muerte, sufrimiento y dolor del corazón,
daño y decaimiento.
Hoy estamos rodeados de personas quebrantadas. No importa cuánto lo
intentemos, nunca podremos escaparnos porque todas estamos quebrantadas en
nuestro interior. Y es por causa del pecado.
En el libro de C. S. Lewis Las crónicas de Narnia, una bruja malvada
convierte a aquellos que no le gustan en estatuas de piedra. Sus víctimas están
vivas pero no pueden hacer nada. Necesitan ser rescatadas. Esto es lo que el
pecado ha hecho con nuestros corazones. Los corazones que una vez latían por el
amor de Dios han sido petrificados para que no puedan amar a Dios en verdad. El
pecado ha creado una separación entre Dios y el hombre y entre los hombres. La
diferencia es que nosotras mismas nos hicimos eso.
Como guardia en una prisión, el pecado nos ha envuelto con cadenas y nos ha
estampado un sello de culpa que no podemos romper o quitar. El pecado es todo
oscuridad, todo abominación, todo maldad. Todo en esta tierra ha sido cautivo
por esta maldición y destruye todo lo que toca.
A través de la escritura leemos historias de personas quebrantadas. Desde
Adán al apóstol Pablo, todos estábamos sin esperanza. Pero la belleza de la
palabra de Dios es que esta no es solo una historia de tragedia. Tejida a lo
largo de la Biblia está también la mayor historia de redención.
REDIMIDA
Pero Dios…
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su
gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos nosotros muertos en pecados,
nos dio vida juntamente con Cristo – es por gracia que sois salvos – Efesios 2:4 – 5
En Dios siempre hay buenas noticias. Él no ha dejado a su creación en el
pecado. Él no ignoró el quebrantamiento de su pueblo.
Durante las siguientes semanas, veremos la bondad de Dios en que Él no
olvidó a Sara en sus años de infertilidad, veremos a Noemí lidiando con la
pérdida y soledad. Ahí está nuestro gran Dios, quien dio coraje a Moisés, celo
verdadero a Pablo y el perdón y la posibilidad de una nueva vida a la mujer
adúltera.
Aunque vemos la misericordia y la bondad de Dios en estas historias, no son
más que ayudas temporales. El problema de nuestro quebrantamiento va más allá
de nuestro bienestar físico y emocional. Todas las personas sobre las que vamos
a estudiar - incluyéndonos a nosotras mismas - tienen corazones y almas que
necesitan ser rescatadas. En última instancia, encontraremos que la respuesta a
nuestro quebrantamiento - sin importar quiénes seamos o qué hayamos hecho - es
Cristo mismo.
A través de todo el Antiguo Testamento encontramos la promesa de Dios de
que está viniendo un Salvador, un redentor cuyo sacrificio rompería la cadena
del pecado y cuya carne derretiría el corazón de piedra. Aunque el
quebrantamiento (en el sentido en el que lo vemos aquí en la tierra) no va a
ser nuestra realidad en el cielo, veremos evidencia del quebrantamiento de
Cristo por nosotras diariamente. Sus manos, Sus pies y Su costado, por siempre
llevarán las cicatrices de la horrible muerte que padeció por nosotras. La
prueba de nuestra redención estará ante nosotras para siempre, ¡Y nos
regocijaremos!
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