“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.
Pecadores, limpiad las manos;
y vosotros los de doble ánimo, purificad
vuestros corazones”.
Santiago 4:8 RV60
La carta de Santiago tiene como destinatario principal a todos los
judíos que se convirtieron al cristianismo y que se dispersaron a través de
diferentes lugares, después de la muerte de Esteban debido a la persecución. En
ella El Señor da instrucciones sobre la vida cristiana y también consejos
prácticos aplicables en el camino de la fe, para vivir en santidad; en un
extracto de la carta, la Palabra dice: “y yo te mostraré mi fe por mis obras”. (Santiago 2:18).
Una persona quebrantada por el pecado y redimida por Jesucristo,
hace que su fe en Él se evidencie en la manera de vivir; la salvación que ha
recibido es una obra completa y perfecta en Cristo Jesús, cuyo proceso inicia
en el momento de la conversión (2 Corintios 5:17) y termina hasta la
venida de Jesucristo (Filipenses 1:6).
La palabra “acercaos” significa estar cerca, próximo,
llegar y, en este caso, hace referencia a tener en cuenta a Dios, es decir, ser
piadoso. La Palabra de Dios dice en Proverbios que a quien reconoce a Dios en
todos los caminos, sus veredas le son enderezadas (Proverbios 3:6); por
tanto, acercarse a Dios, implica sumisión, descanso y confianza en que Él
actuará conforme a Su amor y benignidad en favor de los que se le acercan.
“¿O pensáis que la Escritura dice en
vano:
¿El Espíritu que él ha hecho morar en
nosotros nos anhela celosamente?”
Santiago 4:5 RV60
En el capítulo 4, El Señor aparte de llamar a acercarse
a Él, da otros dos mandamientos. El primero tiene que ver con que el pecador
debe limpiarse las manos, esto se refiere a quitar toda contaminación de pecado,
estar libre de mezcla. El segundo, tiene que ver con purificar el corazón los
de doble ánimo, aquellos que quieren amar a Dios y amar al mundo a la vez. Es
importante mencionar que, en este capítulo, la Palabra de Dios habla sobre la
amistad con el mundo y cómo esta es enemistad con Dios.
Los tres mandamientos dados por El Señor en este pasaje
son: Acercarse a Él, limpiar las manos y purificar el corazón, estos se
relacionan con la inclinación del creyente hacia el sistema de este mundo; es
decir, que el centro de todo su ser tiene un lugar significativo para las cosas
terrenales, lo cual impide no solo la prioridad de Dios en su vida, sino que le
vuelve inconstante en todas sus decisiones; haciéndole andar en obediencia a la
Palabra de Dios unas veces y otras obedeciendo a los deseos carnales.
Dios quiere que el creyente le dé la prioridad a Él, que
sea firme, estable, constante e inamovible en cuanto a su fe en Jesús; que su obediencia
sea completa, comenzando desde la intención hasta la acción; a esto se refiere
La Palabra cuando dice “nos anhela celosamente”.
El creyente debe humillarse al Señor, debe disponer su
corazón para escudriñar cada vez más en la Palabra, el regalo inigualable y más
preciado, la redención en Cristo. A medida que lo hace, su corazón se inclina
más hacia lo celestial, porque esa es su verdadera identidad; sin embargo, si
su corazón no está centrado en Dios, tendrá un desvío hacia la vanidad de este
mundo, llevándole a apartar la mirada de quién es su Salvador.
El creyente que aborrece las cosas vanas
de este mundo,
ha logrado enfocar en la eternidad del Rey de los cielos.
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