En
el libro de Habacuc, capítulo 1, el profeta se quejó ante Dios debido a la
violencia que había en Judá. El pueblo había incurrido en todo tipo de
injusticia, prevaleciendo la maldad, la destrucción y el asedio contra los
justos. Este acontecimiento provocó en Habacuc molestia e indignación, por lo
que él ora al Señor y le reclama por qué no ha hecho nada al respecto. Pero, la
respuesta del Señor es de justicia, una que será espantosa e insoportable,
cuando Dios agrave Su mano contra ellos por causa de su iniquidad.
Porque
tú no eres un Dios que se complace en la maldad; El malo no habitará junto a ti
Salmos
5:4 (RV1960).
En
este versículo se evidencia que Dios es Justo y obrará de esa manera. La
justicia de Dios es conforme a Su deidad, es contra lo que no le complace; es
trascendente, por cuanto Dios desaprueba toda maldad. Sobre esto, la Palabra de Dios
ilustra ejemplos claros, como el del rey Uzías, cuando prevaricó quemando
incienso en el santuario (2 Cron. 26:18), el de Saúl cuando desobedeció
(1 Sam. 15:11), o el pueblo de Israel cuando se quejó en el desierto por
alimento (Núm. 11:1).
En
todos estos casos Dios hizo justicia: Uzías fue leproso hasta su muerte, Saúl
fue desechado y un extremo del campamento de Israel fue consumido. El mal no
queda impune, Dios hace misericordia, juicio y justicia en la tierra, esto es
lo que Él quiere (Jer.9:24).
Retomando
el caso de Habacuc, quien no solo cuestionó a Dios aparentemente por no hacer
nada frente a la violencia, sino también se quejó ante la manera como Dios haría
justicia en el pueblo de Judá. Él usó a los caldeos para cumplir Su justicia,
una nación cruel y presurosa, un pueblo impío y abominable. Dios le asegura al
profeta que también ejecutaría un juicio justo, seguro, irrevocable y
retributivo sobre ellos.
Como
hizo el profeta, puede que haya creyentes que hoy cuestionan la justicia de
Dios, a los cuales El Señor responde que Él obrará con justicia a Su manera y
la cumplirá como lo hizo contra Judá, la que fue llevada cautiva por los caldeos
en los años 605 a 586 a.C. Mientras Habacuc esperaba ese cumplimiento, escuchó
a Dios y confió en Él, aceptando Sus designios y complaciéndose en la presencia
de su Salvador.
De
la misma manera, el creyente debe tener su contentamiento en El Señor, confiar
en Su justicia, porque ella refleja Su carácter Divino. Dios es Justo,
verdadero y fiel, obra de esa manera. Todo lo conoce, sabe qué hacer y cómo
hacerlo, castiga la maldad de los hombres y defiende a quienes le temen; no se
complace en la maldad.
La
Palabra de Dios dice en el Salmo 37:7
Guarda
silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera
en su camino,
Por
el hombre que hace maldades.
El
creyente debe ser prudente y sabio frente a situaciones violentas.
Es
importante que el creyente no cuestione la justicia Divina, como tampoco sea
juez sobre los demás. Él debe confiar y descansar en la soberanía de Dios. Solo
Dios es juez, incluso para poder dar perdón a los pecados de los hombres tuvo
que haber un pago, el derramamiento de la sangre de Su hijo, el único sacrificio
aceptado.
En
medio de las injusticias, el creyente debe confiar en la justicia Divina.
Dios
es el único juez que no puede ser burlado y que emite un veredicto justo.
0 Comments