Hoy en día son innumerables los recursos y libros que existen acerca de
autoayuda, motivación, desarrollo personal, sobre cómo ser feliz y tener éxito.
Todos disponibles al hacer clic en internet. Son tantas las voces que pretenden
“ayudarnos” que puede ser muy difícil elegir la mejor entre tantas opciones. Ninguno
de ellos, aunque pueden aportarnos consejos útiles, se compara con la sabiduría
de Dios y el poder vivificador de Su palabra.
La Palabra de Dios no es un recurso ni un libro más del montón; es la
revelación de Dios que nos conecta con Su voz y nos ayuda verdaderamente a
conocer y comprender la profundidad de Sus enseñanzas.
Encontré tus palabras, y las
devoré; tu palabra fue para mí el gozo y la alegría de mi corazón.
Jeremías 15:16
En estos versículos vemos cómo la Palabra de Dios fue un deleite para el
alma del profeta Jeremías. Él encontró apetecible la palabra de Dios y halló en
ella la saciedad que necesitaba su corazón. Vale la pena preguntarnos: ¿en qué
nos estamos deleitando? ¿en qué fuentes buscamos saciar nuestro corazón? La
palabra de Dios es una fuente de gozo y perfección que traspasa lo temporal y
vano de otros textos y, si bien estos pueden inspirarnos momentáneamente, las Escrituras
ofrecen una satisfacción profunda y duradera que transforma nuestras vidas.
En los momentos de gran preocupación, cuando nos sentimos tristes, cuando
necesitamos tomar decisiones, cuando necesitamos encontrar el camino correcto,
aun cuando estamos en una temporada de calma, podemos hallar respuestas y
esperanza en la Palabra de Dios. Al deleitarnos en las Escrituras, encontramos
una manera clara y segura de vivir una vida significativa y llena de propósito.
En ella descubrimos una invitación especial a vivir una vida llena de fe y
dedicación.
Cuando nos dedicamos a la lectura de la Palabra de Dios, nos estamos
acercando a Él. Su Palabra no es sólo un libro con muchas historias, sino el
instrumento que nos ayuda a comprender y disfrutar Su presencia en nuestras
vidas. En cada capítulo y versículo que leemos, encontramos la oportunidad de
sentir Su amor, Su justicia y Su verdad de una manera muy especial, personal y
transformadora.
La Biblia es una expresión completa y real de la revelación de Dios para
nosotros, allí está plasmado Su corazón amoroso, Su plan eterno y la esperanza
futura para la humanidad. Al deleitarnos en ella, se convertirá en un refugio
sólido para nuestra alma, marcando un antes y un después en nuestra relación
con Él.
No veamos la Biblia como un
recurso más; debemos acercarnos a ella con la seguridad de que es la voz
escrita de Dios para nuestra vida. La Biblia no es sólo un libro que leemos a
veces y de manera superficial, sino una guía que nos da lecciones y consejos
importantes todos los días que renuevan nuestros pensamientos y acciones.
Cuando nos acercamos a la Biblia con un corazón abierto y una mente
dispuesta, permitimos que esta nos enseñe, nos corrija y nos prepare para cada
buena obra que Dios ha preparado para nosotros. Esta no solo nos enseña acerca
de Dios, sino que también nos instruye en cómo vivir de manera justa y
agradable a Él.
Al encontrar y devorar la Palabra de Dios, así como lo hicieron el
profeta Jeremías, el salmista y otros hombres del Señor, podremos experimentar
de igual forma, un gozo profundo que es esencial para nuestra vida espiritual.
La Biblia es la revelación de Dios
que debemos atesorar en nuestros corazones. Deja que Su Palabra sea tu deleite
diario, la luz en tu camino y la guía para tu vida. Decídete por ella como tu
única y mejor opción.
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