“Y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y Él me oyó; Desde el seno
del Seol clamé, Y mi voz oíste” Jonás 2:2 (RVR1960)
La mayoría conocemos la historia de Jonás, sabemos que desobedeció a
un llamado de parte de Dios e incluso intentó resistirse a hacer Su voluntad.
Cuando pensamos en Jonás solemos ser duros y juzgamos su manera de actuar, solemos
hacerlo así, hasta que nos identificamos con él.
A menudo cuando vemos las historias y la vida de los hijos de Dios en
la Biblia, admiramos los milagros, pero
en ocasiones cuestionamos los actos erróneos, como el pueblo de Israel cuando
se quejó y quería volver al desierto, o cuando Moisés no entra a la tierra
prometida, o cuando Pedro negó a Jesús.
La realidad es que todos alguna vez hemos sido el pueblo de Israel que
se queja, ese Moisés que hace las cosas a su manera, ese Pedro que niega su fe
y también este Jonás que se resiste a hacer la voluntad de Dios. Jesús será el
único hombre del que leamos y nunca hallemos un solo error, mancha o pecado.
Luego de eso, podemos hallar consuelo y aprender de los errores y las
imperfecciones de los hijos de Dios.
Es impactante y admirable que Jonás aún después de desobedecer a Dios
y aún después de sufrir las consecuencias de su desobediencia, tuvo la humildad
de clamar a Jehová (como lo dice en el versículo inicial de este artículo).
Jonás se olvidó de todo, incluso se olvidó de su propia voluntad y
clamó a Dios, porque sabía que lo escucharía y no solo eso, sino que lo
recibiría para darle nuevamente otra oportunidad. Quizá podríamos considerar
que Dios castigó a Jonás con la tormenta y con el hecho de que un gran pez lo
tragó. Pero, tal como lo vemos a través de la historia, es impresionante la
intensidad con la que Dios lo buscó.
Dios pudo buscar a alguien más que sí quisiera el llamado, pero Su
gracia perseveró para alcanzar a Jonás. Dios estaba comprometido con el
propósito que había dispuesto para su vida y eso lo llevó a buscarlo y hacerlo
volver a Él. No porque él lo mereciera o porque lo hubiera ganado, sino por la
fidelidad, la gracia y la bondad divina de Dios.
Recuerda que Su palabra dice que a los hijos de Dios todas las cosas
nos ayudan a bien conforme a Su propósito (Romanos 8:28). Así como Dios lo hizo con Jonás, puedes estar seguro de que Su gracia y Su
fidelidad te van a alcanzar. Dios no se dará por vencido contigo porque está
comprometido con el propósito y las promesas que quiere cumplir en tu vida.
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